Página 441 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La muerte de Moisés
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viña, extensas y verdes planicies esmaltadas de flores y fructíferas;
aquí se veían las palmeras de los trópicos, allá los undosos campos
de trigo y cebada, valles asoleados en los que se oía la música del
murmullo armonioso de los arroyos y los dulces trinos de las aves,
buenas ciudades y bellos jardines, lagos ricos en “la abundancia
de los mares”, rebaños que pacían en las laderas de las colinas, y
hasta entre las rocas los dulces tesoros de las abejas silvestres. Era
ciertamente una tierra semejante a la que Moisés, inspirado por el
Espíritu de Dios, le había descrito a Israel: “Bendita de Jehová sea
tu tierra, con lo mejor de los cielos, con el rocío y con el abismo que
está abajo. Con los más escogidos frutos del sol [...], con el fruto
más fino de los montes antiguos [...], con las mejores dádivas de la
tierra y su plenitud”.
Deuteronomio 33:13-16
.
Moisés vio al pueblo escogido establecido en Canaán, cada tribu
en posesión de su propia heredad. Alcanzó a divisar su historia
después que se establecieran en la tierra prometida; la larga y triste
historia de su apostasía y castigo se extendió ante él. Vio a esas
tribus dispersadas entre los paganos a causa de sus pecados, y a
Israel privado de la gloria, con su bella ciudad en ruinas, y su pueblo
cautivo en tierras extrañas. Los vio restablecidos en la tierra de sus
mayores, y por último, dominados por Roma.
Se le permitió mirar a través de los tiempos futuros y contemplar
el primer advenimiento de nuestro Salvador. Vio al niño Jesús en
Belén. Oyó las voces de la hueste angélica prorrumpir en gozosa
canción de alabanza a Dios y de paz en la tierra. Divisó en el firma-
mento la estrella que guiaba a los magos del oriente hacia Jesús, y
un torrente de luz inundó su mente cuando recordó aquellas palabras
proféticas: “Saldrá Estrella de Jacob, y se levantará cetro de Israel”.
Números 24:17
. Contempló la vida humilde de Cristo en Nazaret;
su ministerio de amor, simpatía y sanidades, y cómo le rechazaba
y despreciaba una nación orgullosa e incrédula. Atónito escuchó
como ensalzaban jactanciosamente la ley de Dios mientras que me-
nospreciaban y desechaban a Aquel que había dado la ley. Vio cómo
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en el Monte de los Olivos, Jesús se despedía llorando de la ciudad
de su amor. Mientras Moisés veía cómo era finalmente rechazado
aquel pueblo tan altamente bendecido del cielo, aquel pueblo en
favor del cual él había trabajado, orado y hecho sacrificios, por el
cual él había estado dispuesto a que se borrara su nombre del libro