Página 443 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

La muerte de Moisés
439
de Abraham; serían herederos de las promesas del pacto; como
Abraham serían llamados a cumplir y comunicar al mundo la ley de
Dios y el evangelio de su Hijo. Moisés vio cómo, por medio de los
discípulos de Cristo, la luz del evangelio irradiaría y alumbraría al
“pueblo que habitaba en tinieblas”.
Mateo 4:16
. Y también cómo
miles acudirían de las tierras de los gentiles al resplandor de su
nacimiento. Y al contemplar esto, se regocijó por el crecimiento y la
prosperidad de Israel.
Luego pasó otra escena ante sus ojos. Se le había mostrado la
obra que iba a hacer Satanás al inducir a los judíos a rechazar a
Cristo, mientras profesaban honrar la ley de su Padre. Contempló
ahora al mundo cristiano dominado por idéntico engaño al profesar
que aceptaba a Cristo mientras que, por otro lado, rechazaba la
ley de Dios. Escuchó a los sacerdotes y ancianos clamar frenéticos:
“¡Quita, quita, crucifícalo!” Oyó luego a los maestros que profesaban
el cristianismo gritar: “¡Afuera con la ley!” Observó cómo el sábado
era pisoteado y se establecía en su lugar una institución espuria.
Nuevamente Moisés se llenó de asombro y horror. ¿Cómo podían
los que creían en Cristo desechar la ley que había sido pronunciada
por su propia voz en el monte sagrado? ¿Cómo podía cualquiera que
temiera a Dios hacer a un lado la ley que es el fundamento de su
gobierno en el cielo y en la tierra? Con gozo vio Moisés que la ley
de Dios seguía siendo honrada y exaltada por un pequeño grupo de
fieles. Se le mostró la última gran lucha de las potencias terrenales
para destruir a los que guardan la ley de Dios. Miró anticipadamente
el momento cuando Dios se levantará para castigar a los habitantes
de la tierra por su iniquidad, y cuando los que temieron su nombre
serán escudados y ocultados en el día de su ira. Escuchó el pacto de
paz que Dios hará con los que hayan guardado su ley, cuando deje
oír su voz desde su santa morada y tiemblen los cielos y la tierra.
Vio la segunda venida de Cristo en gloria, a los muertos resucitar
para recibir la vida eterna, y a los santos vivos trasladados sin ver la
muerte, para ascender juntos con cantos de alabanza y alegría a la
ciudad eterna de Dios.
Otra escena aún se abre ante sus ojos: la tierra liberada de la
maldición, más hermosa que la tierra prometida cuya belleza fuera
desplegada a su vista tan breves momentos antes. Ya no hay pecado,
y la muerte no puede entrar en ella. Allí las naciones de los salvos