Página 459 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La caída de Jericó
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resueltas, y no desesperación y lamentos. Había un pecado secreto
en el campamento, y era preciso buscarlo y eliminarlo antes que la
presencia y la bendición del Señor pudieran acompañar a su pueblo.
“No estaré más con vosotros, si no hacéis desaparecer el anatema de
en medio de vosotros”.
Uno de los designados para ejecutar los juicios de Dios había
desobedecido su mandamiento y toda la nación era responsable de
la culpa del transgresor: “Pues aun han tomado algo del anatema, y
hasta lo han robado, han mentido”. Se le indicó a Josué cómo había
de descubrir y castigar al criminal. Este se había de determinar por
medio de la suerte. No se indicó directamente al pecador, sino que el
asunto permaneció en duda por algún tiempo, a fin de que el pueblo
se percatase de su responsabilidad por los pecados que existían en
su medio, y se sintiese inducido a escudriñar sus corazones y a
humillarse delante de Dios.
Temprano por la mañana Josué reunió al pueblo “por sus tribus”,
y comenzó la solemne e impresionante ceremonia. Paso a paso
proseguía la investigación. La temible prueba se estrechaba cada vez
más. Primero la tribu, luego la familia, después la casa, y por fin se
consideró al hombre, y Acán, hijo de Carmi, de la tribu de Judá, fue
señalado por el dedo de Dios como perturbador de Israel.
Para establecer su culpabilidad en forma indisputable, que no
dejara motivo alguno para pensar que se lo había condenado injusta-
mente, Josué exhortó solemnemente a Acán para que reconociera
la verdad. El miserable culpable hizo una confesión completa de
su falta: “Verdaderamente yo he pecado contra Jehová, el Dios de
Israel [...]. Vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno,
doscientos siclos de plata y un lingote de oro de cincuenta siclos de
peso, lo cual codicié y tomé. Ahora está escondido bajo tierra en
medio de mi tienda, y el dinero está debajo”. Se enviaron en seguida
a su tienda mensajeros que cavaron la tierra en el sitio indicado, y
“en efecto, todo estaba escondido en su tienda, y el dinero debajo.
Lo tomaron de la tienda y lo llevaron ante Josué y todos los hijos de
Israel, y lo pusieron delante de Jehová”.
La sentencia fue pronunciada y ejecutada inmediatamente. “¡Por
qué nos has turbado? -dijo Josué-. Que Jehová te turbe en este día”.
Como el pueblo había sido hecho responsable del pecado de Acán
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y había sufrido en consecuencia, debía ahora, por medio de sus