Página 47 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El plan de redención
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La primera indicación que el hombre tuvo sobre su redención
la oyó en la sentencia pronunciada contra Satanás en el huerto. El
Señor declaró: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu
simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú la herirás
en el talón”.
Génesis 3:15
. Esta sentencia, pronunciada en presencia
de nuestros primeros padres, fue una promesa para ellos. Mientras
predecía la lucha entre el hombre y Satanás, declaraba que el poder
del gran adversario sería finalmente destruido. Adán y Eva estaban
como criminales ante el justo Juez, y esperaban la sentencia que
merecía su transgresión; pero antes de oír hablar de la vida de trabajo
y angustia que sería su destino, o del decreto que determinaba que
volverían al polvo, escucharon palabras que no podían menos que
infundirles esperanza. Aunque habrían de padecer por efecto del
poder de su gran enemigo, podrían esperar una victoria final.
Cuando Satanás supo que existiría enemistad entre él y la mujer,
y entre su simiente y la simiente de ella, se dio cuenta de que su obra
de depravación de la naturaleza humana sería interrumpida; que de
alguna manera el hombre sería capacitado para resistir su poder. Sin
embargo, cuando el plan de redención se dio a conocer, Satanás se
regocijó con sus ángeles al pensar que por haber causado la caída del
hombre, podía ahora hacer descender al Hijo de Dios de su elevada
posición. Satanás declaró que hasta la fecha sus planes habían tenido
éxito en la tierra, y que cuando Cristo tomara la naturaleza humana,
él también podría ser vencido, y así se evitaría la redención de la
raza caída.
Los ángeles celestiales explicaron detalladamente a nuestros
primeros padres el plan que había sido concebido para su redención.
Se les aseguró a Adán y a su compañera que a pesar de su gran
pecado, no se les abandonaría a merced de Satanás. El Hijo de Dios
había ofrecido expiar, con su propia vida, la transgresión de ellos.
Se les otorgaría un tiempo de gracia y, mediante el arrepentimiento
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y la fe en Cristo, podrían llegar a ser de nuevo hijos de Dios.
El sacrificio exigido por su transgresión reveló a Adán y a Eva
el carácter sagrado de la ley de Dios; y comprendieron mejor que
nunca la culpa del pecado y sus horrorosos resultados. En medio de
su remordimiento y angustia pidieron que la pena no cayera sobre
Aquel cuyo amor había sido la fuente de todo su regocijo; que más
bien cayera sobre ellos y su descendencia.