Página 507 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Las fiestas anuales
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dejar sus casas y morar en cabañas o enramadas hechas con “gajos
[...] de árbol hermoso, ramos de palmas, y ramas de árboles espesos,
y sauces de los arroyos”.
Levítico 23:40, 42, 43
. El primer día era
una santa convocación, y a los siete días de la fiesta se añadía otro
octavo que se observaba de la misma manera.
En estas asambleas anuales, los corazones de jóvenes y ancianos
recibían aliento para servir a Dios, al mismo tiempo que el trato
amistoso de los habitantes de las diferentes partes de la tierra re-
forzaba los vínculos que los unían a Dios y unos a otros. También
hoy sería bueno que el pueblo de Dios; celebrara una fiesta de las
cabañas, una alegre conmemoración de las bendiciones que Dios le
ha otorgado. Como los hijos de Israel celebraban 1 liberación que
Dios había concedido a sus padres, y también como los había pro-
tegido milagrosamente a ellos mismos durante sus peregrinaciones
después de la salida de Egipto, así debemos recordar con gratitud
los diferentes medios que él ideó para apartarnos del mundo y de las
tinieblas del error y para llevarnos a la luz preciosa de su gracia y de
su verdad.
A los que vivían lejos del tabernáculo la asistencia a las fiestas
anuales les requería más de un mes de cada año. Este ejemplo
de devoción a Dios debe recalcar la importancia de los servicios
religiosos y la necesidad de subordinar nuestros inte-reses egoístas
y mundanos a los que son espirituales y eternos.
Sufrimos una pérdida si hacemos caso omiso del privilegio de
reunirnos para fortalecernos y alentarnos los unos a los otros en
el servicio de Dios. Las verdades de su palabra pierden entonces
para nuestra mente su vigor e importancia. Nuestro corazón deja
de sentirse iluminado e inspirado por la influencia santificadora, y
decae nuestra espiritualidad. En nuestro trato mutuo como cristianos
perdemos mucho por la falta de amor de unos hacia otros. El que
se encierra en sí mismo no desempeña bien la misión que Dios le
ha encargado. Somos todos hijos de un solo Padre y dependemos
unos de otros para ser felices. Somos objeto de los requerimientos
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de Dios y la humanidad. Al cultivar correctamente los elementos
sociales de nuestra naturaleza simpatizamos con nuestros hermanos
y los esfuerzos que hacemos por beneficiar a nuestros semejantes,
nos proporcionan felicidad.