Página 544 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
en el Tabernáculo? ¿Por qué has honrado a tus hijos más que a mí,
haciéndolos engordar con lo principal de todas las ofrendas de mi
pueblo Israel?’ Por eso Jehová, el Dios de Israel, dice: ‘Yo había
prometido que tu casa y la casa de tu padre andarían siempre delante
de mí’; pero ahora ha dicho Jehová: ‘Nunca haga yo tal cosa, porque
yo honró a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos
en poco [...]. En cambio, yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obre
conforme a mi corazón y mis deseos; le edificaré casa firme y andará
delante de mi ungido todos los días’””.
Dios acusó a Elí de honrar a sus hijos más que al Señor. Antes que
avergonzar a sus hijos por sus prácticas impías y odiosas, Elí había
permitido que la ofrenda destinada por Dios para ser una bendición a
Israel se convirtiera en algo abominable. Los que siguen sus propias
inclinaciones, en su afecto ciego por sus hijos, y, permitiéndoles
que satisfagan sus deseos egoístas, no les hacen sentir el peso de la
autoridad de Dios para reprender el pecado y corregir el mal, ponen
de manifiesto que honran a sus hijos impíos más que a Dios. Sienten
más anhelo por escudar la reputación de ellos que por glorificar a
Dios; y tienen más deseo de complacer a sus hijos que de agradar al
Señor y de mantener su servicio libre de toda apariencia de mal.
A Elí, como sumo sacerdote y juez de Israel, Dios lo consideraba
responsable por la condición moral y religiosa de su pueblo, y en
un sentido muy especial, por el carácter de sus hijos. Él debió haber
procurado refrenar primero la impiedad por medidas benignas; pero
si estas no daban resultados positivos, debió haber dominado el
mal por los medios más severos. Provocó el desagrado del Señor al
no reprender el pecado ni ejecutar justicia sobre el pecador. No se
podría confiar en él para que mantuviera puro a Israel. Aquellos que
no tienen suficiente valor para reprender el mal, o que por indolencia
o falta de interés no hacen esfuerzos fervientes para purificar la
familia o la iglesia de Dios, son considerados responsables del mal
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que resulte de su descuido del deber. Somos tan responsables de los
males que hubiéramos podido impedir en otros por el ejercicio de la
autoridad paternal o pastoral, como si hubiésemos cometido estos
hechos nosotros mismos.
Elí no administró su casa de acuerdo con los reglamentos que
Dios dio para el gobierno de la familia. Siguió su propio juicio. El
padre indulgente pasó por alto las faltas y los pecados de sus hijos