Página 545 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Elí y sus hijos
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en su niñez, lisonjeándose de que después de algún tiempo, al crecer,
abandonarían sus tendencias impías. Muchos están cometiendo aho-
ra un error semejante. Creen conocer una manera mejor de educar a
sus hijos que la indicada por Dios en su Palabra. Fomentan tenden-
cias malas en ellos y se excusan diciendo: “Son demasiado jóvenes
para ser castigados. Esperemos que sean mayores, y se pueda razo-
nar con ellos”. En esta forma se permite que los malos hábitos se
fortalezcan hasta convertirse en una segunda naturaleza. Los niños
crecen sin freno, con rasgos de carácter que serán una maldición
para ellos durante toda su vida, y que propenderán a reproducirse en
otros.
No hay maldición más grande en una casa que la de permitir a
los niños que hagan su propia voluntad. Cuando los padres acceden
a todos los deseos de sus hijos y les permiten participar en cosas que
reconocen perjudiciales, los hijos pierden pronto todo respeto por
sus padres, toda consideración por la autoridad de Dios o del hombre,
y son llevados cautivos de la voluntad de Satanás. La influencia de
una familia mal gobernada se difunde, y es desastrosa para toda la
sociedad. Se acumula en una ola de maldad que afecta a las familias,
las comunidades y los gobiernos.
A causa de su cargo, la influencia de Elí era mayor que si hu-
biera sido un hombre común. Su vida familiar se imitaba por todo
Israel. Los resultados funestos de su negligencia y de sus costum-
bres indulgentes se podían ver en miles de hogares que seguían el
modelo de su ejemplo. Si se toleran las prácticas impías en los hijos
mientras que los padres hacen profesión de religión, la verdad de
Dios queda expuesta al oprobio. La mejor prueba del cristianismo
en un hogar es la clase de carácter engendrada por su influencia. Las
acciones hablan en voz mucho más alta que la profesión de piedad
más positiva.
Si los que profesan la religión, en vez de hacer esfuerzos fervien-
tes, persistentes y concienzudos para criar una familia bien ordenada
como testimonio de los beneficios que reporta la fe en Dios, son
flojos en el gobierno de la casa y toleran los malos deseos de sus
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hijos, actuan como Elí y acarrean deshonra a la causa de Cristo, y
ruina para sí mismos y sus familias. Pero por grandes que sean los
males debidos a la infidelidad paternal en cualquier circunstancia,
son diez veces mayores cuando existen en las familias de quienes