Página 55 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Caín y Abel probados
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lo tanto, no puede llevar al hombre al favor de Dios. Únicamente por
los méritos de Jesús son perdonadas nuestras transgresiones. Los
que creen que no necesitan la sangre de Cristo, y que pueden obtener
el favor de Dios por sus propias obras sin que medie la divina gracia,
están cometiendo el mismo error que Caín. Si no aceptan la sangre
purificadora, están bajo condenación. No hay otro medio por el cual
puedan ser librados del dominio del pecado.
La clase de adoradores que sigue el ejemplo de Caín abarca la
mayor parte del mundo; pues casi todas las religiones falsas se basan
en el mismo principio, a saber que el hombre puede depender de sus
propios esfuerzos para salvarse. Afirman algunos que la humanidad
no necesita redención, sino desarrollo, y que ella puede refinarse,
elevarse y regenerarse por sí misma. Como Caín pensó lograr el
favor divino mediante una ofrenda que carecía de la sangre del
sacrificio, así obran los que esperan elevar a la humanidad a la altura
del ideal divino sin valerse del sacrificio expiatorio. La historia de
Caín demuestra cuál será el resultado de esta teoría. Demuestra
qué será el hombre sin Cristo. La humanidad no tiene poder para
regenerarse a sí misma. No tiende a subir hacia lo divino, sino a
descender hacia lo satánico. Cristo es nuestra única esperanza. “En
ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo,
dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
Hechos 4:12
.
La verdadera fe, que descansa plenamente en Cristo, se mani-
festará mediante la obediencia a todos los requerimientos de Dios.
Desde los días de Adán hasta el presente, el motivo del gran con-
flicto ha sido la obediencia a la ley de Dios. En todo tiempo hubo
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individuos que pretendían el favor de Dios, aun cuando menospre-
ciaban algunos de sus mandamientos. Pero las Escrituras declaran
“que la fe se perfeccionó por las obras” y que la fe, sin las obras
de obediencia, “es muerta”. “El que dice: “Yo lo conozco”, pero no
guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso y la verdad no está en
él”.
Santiago 2:22, 17
;
1 Juan 2:4
.
Cuando Caín vio que su ofrenda había sido desechada, se en-
fureció contra el Señor y contra Abel; se disgustó porque Dios no
aceptaba el sacrificio con que el hombre sustituía al que había sido
ordenado por el Creador, y se disgustó con su hermano porque este
había decidido obedecer a Dios en vez de unírsele en la rebelión
contra él. A pesar de que Caín despreció el mandamiento divino,