Página 551 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El arca tomada por los filisteos
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que no sirváis a los hebreos, como ellos os han servido a vosotros;
sed hombres, y pelead”.
Los filisteos realizaron un asalto feroz, que provocó en la derrota
total de Israel, y en una gran carnicería. Treinta mil hombres queda-
ron muertos en el campo, y el arca de Dios fue tomada; los dos hijos
de Elí perecieron mientras luchaban por defenderla. Así quedó en
las páginas de la historia un testimonio para todas las edades futuras,
a saber, que la iniquidad del pueblo que profesa seguir a Dios no
quedará impune. Cuanto mayor sea el conocimiento de la voluntad
de Dios, tanto mayor será el pecado de los que la desprecien.
Había caído sobre Israel la calamidad más horrorosa que pudo
haberle ocurrido. El arca de Dios había sido tomada, y estaba en
posesión del enemigo. La gloria se había apartado ciertamente de
Israel cuando fue quitado de su medio el símbolo de la presencia
permanente de Jehová y de su poder. Con esta sagrada arca iban
asociadas las revelaciones más maravillosas de la verdad y del poder
de Dios. En tiempos anteriores se habían logrado victorias milagro-
sas siempre que ella aparecía. La cubría la sombra de las alas de
los querubines de oro; y la gloria indecible de la
shekinah
, símbolo
visible del Dios altísimo, había descansado sobre ella en el lugar
santísimo. Pero ahora no había traído la victoria. No había sido una
defensa en esta ocasión, y había luto por doquiera en Israel.
No habían comprendido que su fe era tan solo una fe nominal,
y que habían perdido su poder de prevalecer con Dios. La ley de
Dios, contenida en el arca, era también un símbolo de su presencia;
pero ellos habían escarnecido los mandamientos, habían despreciado
sus exigencias, y agraviado al Espíritu de Dios, al punto de hacerle
alejarse de entre ellos. Mientras el pueblo obedeció los santos pre-
ceptos, el Señor estuvo con él para obrar en su beneficio mediante
su infinito poder; pero cuando miró al arca sin asociarla con Dios,
ni honró su voluntad revelada obedeciendo a su ley, no le fue de
más ayuda que un cofre cualquiera. Consideraba el arca como las
naciones idólatras consideraban a sus dioses, como si ella poseyera
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en sí misma los elementos de poder y salvación. Transgredía la ley
que ella contenía; pues su misma adoración del arca lo llevó al for-
malismo, a la hipocresía y a la idolatría. Su pecado lo había separado
de Dios, y él no podía darle la victoria antes de que se arrepintiera y
abandonara su iniquidad.