Página 575 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El primer rey de Israel
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Saúl era hijo de un jefe poderoso y opulento; sin embargo, de
acuerdo con la sencillez de la vida de aquel entonces, desempeñaba
con su padre los humildes deberes de un agricultor. Habiéndose
extraviado algunos animales de su padre, Saúl salió a buscarlos con
un criado. Los buscaron en vano durante tres días, cuando, en vista
de que no estaban lejos de Ramá (
véase el Apéndice, nota 12
), donde
vivía Samuel, el siervo propuso que fueran a consultar al profeta
acerca del ganado perdido. “Mira, tengo aquí en mi mano la cuarta
parte de un siclo de plata -dijo-; se lo daré al varón de Dios, para
que nos indique el camino”. Esto concordaba con las costumbres
de aquel tiempo. Al acercarse alguien a una persona que le fuera
superior en categoría o cargo, le ofrecía un pequeño regalo, como
testimonio de respeto.
Al aproximarse a la ciudad, encontraron a unas jóvenes que
habían ido a sacar agua, y les preguntaron por el vidente. En contes-
tación, ellas manifestaron que se iba a realizar un servicio religioso,
que el profeta ya había llegado, pues habría un sacrificio “en un
lugar alto”, y luego un festín de sacrificio.
Bajo la administración de Samuel se había producido un gran
cambio. Cuando Dios lo llamó por primera vez, los servicios del san-
tuario eran considerados con desdén. “Los hombres menospreciaban
los sacrificios de Jehová”.
1 Samuel 2:17
. Pero ahora se rendía culto
a Dios en todo el país, y el pueblo manifestaba vivo interés en los
servicios religiosos. Como no había servicio en el tabernáculo, los
sacrificios se ofrecían en ese entonces en otros lugares; y para este
fin se elegían las ciudades de los sacerdotes y de los levitas adonde
el pueblo iba para instruirse. Los puntos más altos de estas ciudades
se escogían generalmente como sitios de sacrificio, y a esto se refería
la expresión “en un lugar alto”.
En la puerta de la ciudad, Saúl se encontró con el profeta mismo.
Dios le había revelado a Samuel que en esa ocasión el rey escogido
para Israel se presentaría delante de él. Mientras estaban uno frente
al otro, el Señor le dijo a Samuel: “Este es el varón del cual te hablé;
él gobernará a mi pueblo”. A la petición de Saúl: “Te ruégo que me
enseñes dónde está la casa del vidente”, Samuel respondió: “Yo soy
el vidente”. Asegurándole también que los animales perdidos habían
sido encontrados, le exhortó a que se quedara y asistiera al festín, al
mismo tiempo que le hacía una insinuación acerca del gran destino
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