Página 580 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
diciendo: “No morirá hoy ninguno, porque hoy Jehová ha traído
salvación en Israel”.
Con esto dio Saúl testimonio del cambio realizado en su carácter.
En vez de atribuirse el honor, dio a Dios toda la gloria. En vez de
manifestar un deseo de venganza, mostró un espíritu de compasión
y perdón. Este es un testimonio inequívoco de que la gracia de Dios
mora en el corazón.
Samuel propuso entonces que se convocara una asamblea na-
cional en Gilgal, para entregar públicamente a Saúl. Se hizo así; “y
sacrificaron allí ofrendas de paz delante de Jehová, y se alegraron
mucho Saúl y todos los de Israel”.
Gilgal había sido el sitio donde Israel había acampado por pri-
mera vez en la tierra prometida. Fue allí donde Josué, por indicación
divina, erigió la columna de doce piedras para conmemorar el cru-
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ce milagroso del Jordán. Allí se había reanudado la práctica de la
circuncisión. Allí se había celebrado la primera pascua después del
pecado de Cades y la peregrinación en el desierto. Allí cesó el su-
ministro del maná. Allí el Capitán de la hueste de Jehová se había
revelado como comandante en jefe de los ejércitos de Israel. De ese
sitio habían salido para conquistar a Jericó y a Hai. Allí Acán recibió
el castigo de su pecado, y se hizo con los gabaonitas aquel tratado
que castigó la negligencia de Israel por no pedir consejo a Dios. En
esa llanura, vinculada con tantos recuerdos conmovedores, estaban
Samuel y Saúl; y cuando los gritos de bienvenida al rey se hubieron
acallado, el anciano profeta pronunció sus palabras de despedida
como gobernante de la nación.
“He oído -dijo él- vuestra voz en todo cuanto me habéis dicho, y
os he dado un rey. Ahora, pues, ahí tienen al rey que ha de guiaros.
Yo soy ya viejo y estoy lleno de canas [...], y yo he andado delante
de vosotros desde mi juventud hasta este día. Aquí estoy; atestiguad
contra mí delante de Jehová y delante de su ungido, si he tomado el
buey de alguno, si he tomado el asno de alguno, si he calumniado a
alguien, si he agraviado a alguno o si de alguien he aceptado soborno
para cerrar los ojos; y os lo restituiré”.
A una voz el pueblo contestó: “Nunca nos has calumniado, ni
agraviado, ni has tomado algo de manos de ningún hombre”.
Samuel no procuraba meramente justificar su propia conducta.
Había expuesto previamente los principios que debían regir tanto