Página 595 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Saúl rechazado
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Mientras Saúl y su ejército volvían a sus hogares entusiasmados
por la victoria, había profunda angustia en la casa de Samuel el
profeta. Este había recibido del Señor un mensaje que denunciaba
el procedimiento del rey: “Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque
se ha apartado de mí y no ha cumplido mis palabras”. El profeta se
afligió profundamente por la conducta del rey rebelde, y lloró y oró
toda la noche pidiendo que se revocara la terrible sentencia.
El arrepentimiento de Dios no es como el del hombre. “El Vence-
dor de Israel no mentirá, ni se arrepentirá: porque no es hombre que
se arrepienta”. El arrepentimiento del hombre implica un cambio
de parecer. El arrepentimiento de Dios implica un cambio de cir-
cunstancias y relaciones. El hombre puede cambiar su relación hacia
Dios al cumplir las condiciones que le devolverán el favor divino, o
puede, por su propia acción, colocarse fuera de la condición favo-
recedora; pero el Señor es el mismo “ayer, y hoy, y por los siglos”.
Hebreos 13:8
. La desobediencia de Saúl cambió su relación con
Dios; pero quedaron sin alteración las condiciones para ser aceptado
por Dios: los requerimientos de Dios seguían siendo los mismos;
pues en él “no hay mudanza, ni sombra de variación”.
Santiago 1:17
.
Con corazón adolorido salió el profeta la siguiente mañana al
encuentro del rey descarriado. Samuel abrigaba la esperanza de que
Saúl, al reflexionar, reconociera su pecado, y por el arrepentimiento
y humillación, sea restaurado al favor divino. Pero cuando se ha dado
el primer paso en el sendero de la transgresión, el camino se vuelve
fácil. Saúl, envilecido por su desobediencia, vino al encuentro de
Samuel con una mentira en los labios. Exclamó: “Bendito seas tú de
Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová”.
1 Samuel 15:13
.
Los ruidos que oía el profeta desmentían la declaración del rey
desobediente. A la pregunta directa: “¿Pues qué balido de ganados
y bramido de bueyes es éste que yo oigo con mis oídos?”, contestó
Saúl: “De Amalec los han traído; porque el pueblo perdonó a lo
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mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu
Dios; pero lo demás lo destruimos”. El pueblo había obedecido a
las instrucciones de Saúl; pero este, para escudarse, quería cargar al
pueblo con el pecado de su propia desobediencia.
El mensaje de que Saúl había sido rechazado infundía indecible
tristeza al corazón de Samuel. Debía dárselo ante todo el ejército
de Israel, cuando todos rebosaban de orgullo y regocijo triunfal por