Página 611 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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David y Goliat
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que él mismo demostraba al no hacer esfuerzo alguno por acallar
al gigante filisteo. El hermano mayor exclamó airado: “¿Para qué
has descendido acá? ¿A quién has dejado aquellas pocas ovejas en
el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón; has
venido para ver la batalla”. Respetuosamente, pero con decisión,
David le respondió “¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero
hablar?”.
Las palabras de David fueron repetidas al rey, quien inmediata-
mente hizo comparecer al joven ante él. Saúl escuchó con asombro
las palabras del pastor cuando dijo: “Que nadie se desanime a causa
de ese; tu siervo irá y peleará contra este filisteo”. Saúl procuró
disuadir a David de su propósito; pero el joven no se dejó convencer.
Contestó con sencillez y sin jactancia relatando lo que le sucedie-
ra mientras cuidaba los rebaños de su padre, y dijo: “Jehová [...],
que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él
también me librará de manos de este filisteo”.
Durante cuarenta días el escuadrón israelita había temblado an-
te el desafío arrogante del gigante filisteo. Sus corazones decaían
cuando miraban el enorme cuerpo, que medía seis codos y un palmo.
Llevaba en la cabeza un casco de metal, y estaba vestido de una
coraza de planchas que pesaba cinco mil siclos, y con grebas de
metal en las piernas. La cota estaba hecha de planchas de metal
puestas una sobre la otra, como las escamas de un pez, tan estre-
chamente juntadas que ningún dardo o saeta podía penetrar a través
de la armadura. A la espalda el gigante llevaba una jabalina o lanza
enorme, también de bronce. “El asta de su lanza era como un rodillo
de telar y la punta de su lanza pesaba seiscientos siclos de hierro.
Delante de él iba su escudero”.
Mañana y tarde Goliat se había acercado al campamento israe-
lita, diciendo en alta voz: “¿Para qué os habéis puesto en orden de
batalla? ¿No soy yo el filisteo y vosotros los siervos de Saúl? Esco-
ged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. Si él puede
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pelear conmigo y me vence, nosotros seremos vuestros siervos; y si
yo puedo más que él y lo venzo, vosotros seréis nuestros siervos y
nos serviréis. Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme
un hombre que pelee conmigo”.
1 Samuel 17:8-10
.
Aunque Saúl había dado permiso a David para que aceptara el
desafío, el rey tenía muy pocas esperanzas de que David tuviera