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Historia de los Patriarcas y Profetas
éxito en su valerosa empresa. Había ordenado que se vistiera al
joven de la coraza del rey. Se le puso el pesado almete de metal
en la cabeza y se le ciñó al cuerpo la coraza así como la espada
del monarca. Así pertrechado, inició la marcha, pero pronto volvió
sobre sus pasos. Lo primero que pensaron los espectadores ansiosos
fue que David había decidido no arriesgar su vida en tan desigual
encuentro con su antagonista. Pero el valiente joven distaba mucho
de pensar así. Cuando regresó adonde estaba Saúl, suplicó que le
permitiera quitarse aquella pesada armadura, diciendo: “Yo no puedo
andar con esto, porque nunca lo practiqué”. Se quitó la armadura
del rey, y en vez de ella únicamente tomó su bastón en la mano, con
su zurrón de pastor, y una simple honda. Escogiendo cinco piedras
lisas en el arroyo, las puso en su talega, y con su honda en la mano
se aproximó al filisteo.
El gigante avanzó audazmente, esperando encontrarse con el más
poderoso de los guerreros de Israel. Su escudero iba delante de él,
y parecía que nada podía resistirle. Cuando se acercó a David, no
vio sino un zagalillo, llamado mancebo a causa de su juventud. El
semblante de David era rosado de salud; y su cuerpo bien propor-
cionado, sin protección de armadura, se destacaba ventajosamente;
no obstante, entre su figura juvenil y las macizas proporciones del
filisteo, había un marcado contraste.
Goliat se llenó de asombro y de ira. “¿Soy yo un perro -exclamó-
para que vengas contra mí con palos?” Y entonces soltó contra David
las maldiciones y los insultos más terribles, en nombre de todos los
dioses que conocía. Gritó mofándose: “Ven hacia mí, y daré tu carne
a las aves del cielo, y a las bestias del campo”.
David no se acobardó frente al campeón de los filisteos. Avan-
zando, dijo a su contrincante: “Tú vienes contra mí con espada,
lanza y jabalina; pero yo voy contra ti en el nombre de Jehová de
los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has
provocado. Jehová te entregará hoy en mis manos, yo te venceré y
te cortaré la cabeza. Y hoy mismo entregaré tu cuerpo y los cuerpos
de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra, y sabrá
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toda la tierra que hay Dios en Israel. Y toda esta congregación sabrá
que Jehová no salva con espada ni con lanza, porque de Jehová es la
batalla y él os entregará en nuestras manos”.