Página 631 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La magnanimidad de David
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nuestro amo, y él los ha despreciado. Aquellos hombres han sido
muy buenos con nosotros, y cuando estábamos en el campo nunca
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nos trataron mal, ni nos faltó nada en todo el tiempo que anduvimos
con ellos. Muro fueron para nosotros de día y de noche, todos los
días que hemos estado con ellos apacentando las ovejas. Ahora,
pues, reflexiona y mira lo que has de hacer, porque ya está decidida
la ruina de nuestro amo y de toda su casa”.
Sin consultar a su marido ni decirle su intención, Abigail hizo
una provisión amplia de abastecimientos y, cargada en asnos, la
envió a David bajo el cuidado de sus siervos, y fue ella misma en
busca de la compañía de David. La encontró en un lugar protegido
de una colina. “Cuando Abigail vio a David, se bajó en seguida del
asno; inclinándose ante David, se postró en tierra, y echándose a
sus pies le dijo: ¡Que caiga sobre mí el pecado!, señor mío, pero te
ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las
palabras de tu sierva”.
Abigail se dirigió a David con tanta reverencia como si hablara
a un monarca coronado. Nabal había exclamado desdeñosamen-
te: “¿Quién es David?” Pero Abigail lo llamó: “Señor mío”. Con
palabras bondadosas procuró calmar los sentimientos irritados de
él, y le suplicó en favor de su marido. Sin ninguna ostentación ni
orgullo, pero llena de sabiduría y del amor de Dios, Abigail reveló la
fortaleza de su devoción a su casa; y explicó claramente a David que
la conducta hostil de su marido no había sido premeditada contra él
como una afrenta personal, sino que era simplemente el arrebato de
una naturaleza desgraciada y egoísta.
“Ahora pues, señor mío, ¡vive Jehová, y vive tu alma!, que Jeho-
vá te ha impedido venir a derramar sangre y vengarte por tu propia
mano. Sean, pues, como Nabal tus enemigos, y todos los que pro-
curan el mal contra mi señor”. Abigail no atribuyó a sí misma el
razonamiento que desvió a David de su propósito precipitado, sino
que dio a Dios el honor y la alabanza. Luego le ofreció sus ricos
abastecimientos como ofrenda de paz a los hombres de David, y
aun siguió rogando como si ella misma hubiese sido la persona que
había provocado el resentimiento del jefe.
“Te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa; pues Jehová
hará de cierto una casa perdurable a mi señor, por cuanto mi señor
pelea las batallas de Jehová, y no vendrá mal sobre ti en todos tus