Página 632 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
días”. Abigail insinuó el curso que David debía seguir. Debía librar
las batallas del Señor. No debía procurar vengarse por los agravios
personales, aun cuando se le perseguía como a un traidor. Continuó
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diciendo: “Aunque alguien se haya levantado para perseguirte y
atentar contra tu vida, con todo, la vida de mi señor será atada al haz
de los que viven delante de Jehová tu Dios [...]. Cuando Jehová haga
con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te esta-
blezca como príncipe sobre Israel, entonces, señor mío, no tendrás
motivo de pena ni remordimientos por haber derramado sangre sin
causa, o por haberte vengado con tu propia mano. Guárdese, pues,
mi señor, y cuando Jehová haya favorecido a mi señor, acuérdate de
tu sierva”.
Estas palabras únicamente podrían brotar de los labios de una
persona que participaba de la sabiduría de lo alto. La piedad de
Abigail, como la fragancia de una flor, se expresaba inconsciente-
mente en su semblante, sus palabras y sus acciones. El Espíritu del
Hijo de Dios moraba en su alma. Su palabra, sazonada de gracia, y
llena de bondad y de paz, derramaba una influencia celestial. Impul-
sos mejores se apoderaron de David, y tembló al pensar en lo que
pudiera haber resultado de su propósito temerario. “Bienaventura-
dos los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
Mateo 5:9
. ¡Ojalá que hubiera muchas personas como esta mujer
de Israel, que suavizaran los sentimientos irritados y sofocaran los
impulsos temerarios y evitaran grandes males por medio de palabras
impregnadas de una sabiduría serena y bien dirigida!
Una vida cristiana consagrada derrama siempre luz, consuelo
y paz. Se caracteriza por la pureza, el tino, la sencillez y el deseo
de servir a los semejantes. Está dominada por ese amor desintere-
sado que santifica la influencia. Está llena del Espíritu de Cristo, y
doquiera vaya quien la posee deja una huella de luz.
Abigail era sabia para aconsejar y reprender. La ira de David
se disipó bajo el poder de su influencia y razonamiento. Quedó
convencido de que había tomado un camino malo, y que había per-
dido el dominio de su propio espíritu. Con corazón humilde recibió
la reprensión, en armonía con sus propias palabras: “Que el justo
me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente
bálsamo”.
Salmos 141:5
. Le dio las gracias y la bendijo por ha-
berlo aconsejado tan rectamente. Son muchos los que, cuando se