Página 633 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La magnanimidad de David
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les reprende, se creen dignos de alabanza si reciben el reproche
sin impacientarse; pero ¡pocos aceptan la reprensión con gratitud
de corazón, y bendicen a los que tratan de evitarles que sigan un
sendero malo!
Cuando Abigail regresó a casa, encontró a Nabal y sus huéspedes
gozándose en un gran festín, que habían convertido en una borrache-
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ra alborotada. Hasta la mañana siguiente, no relató ella a su marido
lo que había ocurrido en su entrevista con David. En lo íntimo de su
corazón, Nabal era un cobarde; y cuando se dio cuenta de cuán cerca
su tontería le había llevado de una muerte repentina, quedó como
herido de un ataque de parálisis. Temeroso de que David continuara
con su propósito de venganza, se llenó de horror, y cayó en una
condición de insensibilidad inconsciente. Diez días después falleció.
La vida que Dios le había dado, solo había sido una maldición para
el mundo. En medio de su alegría y regocijo, Dios le había dicho,
como le dijo al rico de la parábola: “Esta noche vienen a pedirte tu
alma”.
Lucas 12:20
.
David se casó después con Abigail. Ya era el marido de una espo-
sa; pero la costumbre de las naciones de su tiempo había pervertido
su juicio e influía en sus acciones. Aun hombres grandes y buenos
erraron al seguir prácticas del mundo. Los resultados amargos de
casarse con muchas esposas fueron gravemente sentidos por David
a través de toda su vida.
Después de la muerte de Samuel, David fue dejado en paz por al-
gunos meses. Volvió a retirarse a la soledad de los zifitas; pero estos
enemigos, con la esperanza de obtener el favor del rey, le revelaron
el escondite de David. Estas noticias despertaron al demonio de las
pasiones que habían estado adormecidas en el corazón de Saúl. Una
vez más, reunió a sus hombres de armas, y los dirigió en persegui-
miento de David. Pero algunos espías de este avisaron al hijo de Isaí
que Saúl lo perseguía otra vez; y con unos pocos de sus hombres
David salió a averiguar el sitio donde estaban sus enemigos. Ya era
de noche cuando, avanzando sigilosamente, llegaron a un campa-
mento, y vieron delante de ellos las tiendas del rey y sus sirvientes.
Nadie los veía; pues el campamento estaba tranquilo y entregado al
sueño. David invitó a sus amigos a que lo acompañaran hasta llegar
en medio de sus enemigos. En contestación a su pregunta: “¿Quién