Página 634 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
descenderá conmigo a Saúl al campo?”, dijo Abisai en seguida: “Yo
descenderé contigo”.
Protegidos por las oscuras sombras de las colinas, David y su
asistente entraron en el campamento del enemigo. Mientras trataban
de averiguar el número exacto de sus enemigos, llegaron adonde
Saúl dormía. Su lanza estaba hincada en la tierra, y había un jarro
de agua a su cabecera; al lado de él yacía Abner, su comandante en
jefe; alrededor de todos ellos estaban los soldados, sumidos en el
sueño. Abisai levantó su lanza, y dijo a David: “Hoy ha entregado
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Dios a tu enemigo en tus manos; ahora, pues, déjame que lo hiera
con la lanza: lo clavaré en tierra de un golpe, y no le hará falta un
segundo golpe”. Y esperó la palabra que le diera el permiso; pero
sus oídos escucharon las palabras susurradas:
“No lo mates; porque ¿quién extenderá impunemente su mano
contra el ungido de Jehová? [...] ¡Vive Jehová!, que si Jehová no lo
hiriera (sea que le llegue su día y muera, o descienda a la batalla y
perezca), guárdeme Jehová de extender mi mano contra el ungido de
Jehová. Pero ahora toma la lanza que está a su cabecera y la vasija de
agua, y vámonos. Se llevó, pues, David la lanza y la vasija de agua
de la cabecera de Saúl y se fueron. No hubo nadie que los viera, ni
se diera cuenta, ni se despertara, pues todos dormían; porque había
caído sobre ellos un profundo sueño enviado por Jehová”. ¡Cuán
fácilmente puede el Señor debilitar al más fuerte, quitar la prudencia
del más sabio, y confundir la pericia del más cuidadoso!
Cuando David estuvo a una distancia segura del campamento,
se paró en la cumbre de una colina, y gritó a voz en cuello a la
gente y a Abner, diciéndole: “¿No eres tú un hombre? ¿Quién hay
como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has guardado al rey tu señor?
Porque uno del pueblo ha entrado a matar a tu señor el rey. Esto que
has hecho no está bien. ¡Vive Jehová!, que sois dignos de muerte,
porque no habéis guardado a vuestro señor, al ungido de Jehová.
Mira ahora dónde está la lanza del rey y la vasija de agua que tenía
a su cabecera. Reconociendo Saúl la voz de David, dijo: ¿No es esta
tu voz, David, hijo mío? David respondió: Sí, es mi voz, rey y señor
mío. Y añadió: ¿Por qué persigue así mi señor a su siervo? ¿Qué
he hecho? ¿Qué mal hay en mis manos? Ruego, pues, que el rey mi
señor oiga ahora las palabras de su siervo”.
1 Samuel 26:15-19
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