Página 640 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
elige para sus pies el que insistió en hacer su propia voluntad, y
resistió a la santa influencia del Espíritu de Dios! ¡Cuán terrible es la
servidumbre del que se entrega al dominio del peor de los tiranos, a
saber, él mismo! La confianza en Dios, y la obediencia a su voluntad,
eran las únicas condiciones bajo las cuales Saúl podía ser rey de
Israel. Si hubiera cumplido con estas condiciones durante todo su
reinado, su reino habría estado seguro; Dios habría sido su guía,
el Omnipotente su escudo. Dios había soportado mucho tiempo a
Saúl; y aunque su rebelión y su obstinación casi habían acallado la
voz divina en su alma, aun tenía oportunidad de arrepentirse. Pero
cuando en su peligro se apartó de Dios para obtener luz de una aliada
de Satanás, cortó el último vínculo que lo ataba a su Creador; se
puso completamente bajo el dominio de aquel poder diabólico que
desde hacía muchos años se ejercía sobre él, y lo había llevado al
mismo borde de la destrucción.
Bajo la protección de las tinieblas nocturnas, Saúl y sus asisten-
tes avanzaron a través de la llanura, y dejando sin tropiezo a un lado
la hueste filistea, cruzaron la montaña para llegar al solitario domi-
cilio de la pitonisa de Endor. Allí se había ocultado la adivina para
continuar secretamente la práctica de sus encantamientos profanos.
Aunque Saúl estaba disfrazado, su elevada estatura y regio porte
indicaban que no era un soldado común. La mujer sospechó que el
visitante era Saúl, y los ricos regalos que le ofreció reforzaron sus
sospechas. Al pedido que le dirigió: “Te ruego que me adivines, por
el espíritu de adivinación, y hagas venir a quien yo te diga. La mujer
le respondió: “Bien sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha extirpado
de la tierra a los evocadores y a los adivinos. ¿Por qué, pues, me
pones esta trampa para hacerme morir?” Entonces Saúl le juró por
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Jehová: “¡Vive Jehová!, que ningún mal te sobrevendrá por esto””. Y
cuando ella dijo: “¿A quién te haré venir?” contestó él: “A Samuel”.
Después de practicar sus encantamientos, ella le dijo: “He visto
dioses que suben de la tierra [...]. Un hombre anciano viene, cubierto
de un manto. Comprendió Saúl que era Samuel, y cayendo rostro en
tierra, hizo una gran reverencia”.
1 Samuel 28:13, 14
.
No fue el santo profeta de Dios el que vino, evocado por los
encantamientos de la pitonisa. Samuel no estuvo presente en aquella
guarida de los espíritus malos. Aquella aparición sobrenatural fue
producida solamente por el poder de Satanás. Le resultó tan fácil