Página 670 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
el pueblo. Luego con generosidad regia hizo distribuir regalos de
alimentos y de vino para su refrigerio.
Todas las tribus habían estado representadas en este servicio,
cuya celebración había sido el acontecimiento más sagrado que hasta
entonces señalara el reinado de David. El Espíritu de la inspiración
divina había reposado sobre el rey, y mientras los últimos rayos
del sol poniente bañaban el tabernáculo con luz santificada elevó él
su corazón en gratitud hacia Dios porque el símbolo bendito de su
presencia estaba ahora tan cerca del trono de Israel.
Meditando así, David se volvió hacia su palacio, “para bendecir
su casa”. Pero alguien había presenciado la escena de regocijo con
un espíritu muy diferente del que impulsó el corazón de David.
“Cuando el Arca de Jehová llegaba a la ciudad de David, aconteció
que Mical, hija de Saúl, miró desde una ventana, y al ver al rey
David que saltaba y danzaba delante de Jehová, lo despreció en
su corazón”. En la amargura de su ira, ella no pudo aguardar el
regreso de David al palacio, sino que salió a su encuentro, y cuando
él la saludó bondadosamente, soltó un torrente de palabras amargas
pronunciadas en tono mordaz, diciendo: “¡Cuán honrado ha quedado
hoy el rey de Israel, descubriéndose hoy delante de las criadas de
sus siervos, como se descubre sin decoro un cualquiera!”
David consideró que Mical había menospreciado y deshonrado el
servicio de Dios, y le contestó severamente: “Fue delante de Jehová,
quien me eligió en preferencia a tu padre y a toda tu casa, para
constituirme como príncipe sobre el pueblo de Jehová, sobre Israel.
Por tanto, danzaré delante de Jehová. Y me humillaré aún más que
esta vez; me rebajaré a tus ojos, pero seré honrado delante de las
criadas de quienes has hablado”. Al reproche de David se agregó el
del Señor. A causa de su orgullo y arrogancia, Mical “no tuvo hijos
hasta el día de su muerte”.
2 Samuel 6:21-23
.
Las solemnes ceremonias que acompañaron el traslado del arca
habían hecho una impresión duradera sobre el pueblo de Israel, pues
despertaron un interés más profundo en el servicio del santuario y
encendieron nuevamente su celo por Jehová. Por todos los medios
que estaban a su alcance, David trató de ahondar estas impresiones.
El servicio de canto fue hecho parte regular del culto religioso, y
David compuso salmos, no solo para el uso de los sacerdotes en el
servicio del santuario, sino también para que los cantara el pueblo