Página 671 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El reinado de David
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mientras iba al altar nacional para las fiestas anuales. La influencia
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así ejercida fue muy abarcante, y contribuyó a liberar la nación de
las garras de la idolatría. Muchos de los pueblos vecinos, al ver la
prosperidad de Israel, fueron guiados a pensar favorablemente en el
Dios de Israel, que había hecho tan grandes cosas para su pueblo.
El tabernáculo construído por Moisés, con todo lo que pertenecía
al servicio del santuario, a excepción del arca, estaba aún en Gabaa.
David quería hacer de Jerusalén el centro religioso de la nación.
Había construído un palacio para él, y consideraba que no era apro-
piado que el arca de Dios reposara en una tienda. Decidió construirle
un templo de tal suntuosidad que expresara cuánto apreciaba Israel
el honor otorgado a la nación con la presencia permanente de su Rey
Jehová. Cuando comunicó su propósito al profeta Natán, recibió esta
respuesta alentadora: “Anda, y haz todo lo que está en tu corazón,
porque Jehová está contigo”.
Pero esa noche llegó a Natán la palabra de Jehová y le dio un
mensaje para el rey. David no había de tener el privilegio de construir
una casa para Dios, pero le fue asegurado el favor divino, a él, a su
posteridad y al reino de Israel: “Así ha dicho Jehová de los ejércitos:
“Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueras príncipe
de mi pueblo Israel; y he estado contigo dondequiera que has ido, he
exterminado delante de ti a todos tus enemigos, y te he dado nombre
grande, como el nombre de los grandes que hay en la tierra. Además,
yo fijaré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré allí, para que
habite en él y nunca más sea removido, ni los inicuos lo aflijan más,
como antes””. Véase
2 Samuel 7
.
Como David había deseado construir una casa para Dios, se le
hizo esta promesa: “Jehová te hace saber que él te edificará una
casa. [...] Levantaré después de ti a uno de tu linaje [...]. Él edificará
una casa para mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su
reino”.
La razón por la cual David no podía construir el templo fue
declarada así: “Tú has derramado mucha sangre y has hecho grandes
guerras; no edificarás Casa a mi nombre [...]. Mira que te nacerá
un hijo, el cual será hombre de paz, pues yo le haré estar en paz
con todos sus enemigos [...] su nombre será Salomón, y en sus días
concederé paz y reposo a Israel. Él edificará una Casa a mi nombre”.
1 Crónicas 22:8-10
.