Página 683 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

El pecado de David y su arrepentimiento
679
que sufría a causa de su propia culpa. “Los ancianos de su casa
fueron a rogarle que se levantara del suelo, pero él no quiso”. A
menudo cuando se habían pronunciado juicios contra personas o
ciudades, la humillación y el arrepentimiento habían bastado para
apartar el golpe, y el Dios que siempre tiene misericordia y es presto
a perdonar, había enviado mensajeros de paz. Alentado por este
pensamiento, David perseveró en su súplica mientras vivió el niño.
Cuando supo que estaba muerto, con calma y resignación David se
sometió al decreto de Dios. Había caído el primer golpe de aquel
castigo que él mismo había declarado justo. Pero David, confiando
en la misericordia de Dios, no quedó sin consuelo.
Muchos, leyendo la historia de la caída de David, han pregunta-
do: ¿Por qué se hizo público este relato? ¿Por qué consideró Dios
conveniente descubrir al mundo este pasaje oscuro de la vida de uno
que fue altamente honrado por el cielo? El profeta, en el reproche
que hizo a David, había declarado tocante a su pecado: “Con este
asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová”. A través de
las generaciones sucesivas, los incrédulos han señalado el carácter
de David y la mancha negra que lleva, y han exclamado en son de
triunfo y burla: “¡He aquí el hombre según el corazón de Dios!” Así
se ha echado oprobio sobre la religión; Dios y su palabra han sido
blasfemados; muchas almas se han endurecido en la incredulidad,
y muchos, bajo un manto de piedad, se han envalentonado en el
pecado.
Pero la historia de David no suministra motivos por tolerar el
pecado. David fue llamado hombre según el corazón de Dios cuando
andaba de acuerdo con su consejo. Cuando pecó, dejó de serlo hasta
que, por arrepentimiento, volvió al Señor. La Palabra de Dios mani-
fiesta claramente: “Esto que David había hecho, fue desagradable a
los ojos de Jehová”. Y el Señor le dijo a David por medio del profeta:
“¿Por qué pues tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo
malo delante de sus ojos? [...] Por lo cual ahora no se apartará jamás
de tu casa la espada; por cuanto me menospreciaste”. Aunque David
se arrepintió de su pecado, y fue perdonado y aceptado por el Señor,
cosechó la funesta mies de la siembra que él mismo había sembrado.
Los juicios que cayeron sobre él y sobre su casa atestiguan cuanto
aborrece Dios al pecado.