Página 693 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

La rebelión de Absalón
689
cual el cielo lo había investido. Confiaría a Dios la resolución del
conflicto.
Con humildad y dolor, David salió por la puerta de Jerusalén,
alejado de su trono, de su palacio y del arca de Dios, por la insurrec-
ción de su hijo amado. El pueblo lo seguía en larga y triste procesión
como un séquito fúnebre. Acompañaba al rey su guardia personal,
compuesta de cereteos, peleteos y trescientos geteos de Gat bajo el
mando de Itai. Pero David, con su altruísmo característico, no podía
consentir que estos extranjeros, que habían buscado su protección,
participaran en su calamidad. Expresó su sorpresa de que estuvieran
dispuestos a hacer este sacrificio por él.
“Y dijo el rey a Itai, el geteo: “¿Para qué vienes tú también con
nosotros? Vuelve y quédate con el rey, pues eres extranjero y estás
desterrado también de tu lugar. Ayer viniste, ¿y voy a obligarte hoy
a que andes con nosotros? En cuanto a mí, yo iré a donde pueda ir;
tú vuélvete y haz volver a tus hermanos. ¡Que Jehová te muestre
amor permanente y fidelidad!””.
Itai le contestó: “¡Vive Dios, y vive mi señor, el rey, que para
muerte o para vida, donde esté mi señor, el rey, allí estará también
tu siervo!” Estos hombres habían sido convertidos del paganismo
al culto de Jehová, y ahora probaban noblemente su fidelidad a su
Dios y a su rey. Con corazón agradecido, David aceptó la devoción
de ellos en su causa que aparentemente se hundía, y todos cruzaron
el arroyo de Cedrón, en camino hacia el desierto.
Nuevamente la procesión hizo alto. Una compañía vestida de
indumentaria sagrada se aproximaba. “Iban también con él Sadoc y
todos los levitas que llevaban el Arca del pacto de Dios”. Los que
seguían a David vieron en esto un buen augurio. La presencia de
aquel símbolo sagrado era para ellos una garantía de su liberación y
de su victoria final. Inspiraría valor al pueblo para reunirse alrededor
del rey. La ausencia del arca de Jerusalén infundiría terror a los
partidarios de Absalón.
Al ver el arca, el corazón de David se llenó por un momento
breve de regocijo y esperanza. Pero pronto le embargaron otros
pensamientos. Como soberano designado para regir la herencia
de Dios, le incumbía una solemne responsabilidad. Lo que más
preocupaba al rey de Israel no eran sus intereses personales, sino la
gloria de Dios y el bienestar de su pueblo. Dios, que moraba entre
[725]