Página 697 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La rebelión de Absalón
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de los que le seguían despertaban los ecos de las colinas, pensó en
su amada capital, en el sitio que había sido escenario de su pecado,
y al recordar las bondades y la paciencia de Dios, no quedó del todo
sin esperanza. Creyó que el Señor aun lo trataría con misericordia.
Más de un obrador de iniquidad ha excusado su propio pecado
señalando la caída de David; pero ¡cuán pocos son los que manifies-
tan la penitencia y la humildad de David! ¡Cuán pocos soportarían
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la reprensión y la retribución con la paciencia y la fortaleza que él
manifestó! Él había confesado su pecado, y durante muchos años
había procurado cumplir su deber como fiel siervo de Dios; había
trabajado por la edificación de su reino, y este había alcanzado bajo
su gobierno una fortaleza y una prosperidad nunca logradas antes.
Había reunido enormes cantidades de material para la construcción
de la casa de Dios; y ahora, ¿iba a ser barrido todo el trabajo de su
vida? ¿Debían los resultados de muchos años de labor consagrada,
la obra del genio, de la devoción y del buen gobierno, pasar a las
manos de su hijo traidor y temerario, que no consideraba el honor
de Dios ni la prosperidad de Israel? ¡Cuán natural hubiera parecido
que David murmurara contra Dios en esta gran aflicción!
Pero él vio en su propio pecado la causa de su dificultad. Las
palabras del profeta Miqueas respiran el espíritu que alentó el cora-
zón de David: “Aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz. La ira
de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi
causa y me haga justicia. Él me sacará a la luz y yo veré su justicia”.
Miqueas 7:8, 9
. Y el Señor no abandonó a David. Este capítulo de su
experiencia cuando, sufriendo los insultos más crueles y los agravios
más severos, se muestra humilde, desinteresado, generoso y sumiso,
es uno de los más nobles de toda su historia. Jamás fue el gobernante
de Israel más verdaderamente grande a los ojos del cielo que en esta
hora de sumás profunda humillación exterior.
Si Dios hubiera permitido que David continuara sin reprensión
por su pecado, y que permaneciera en paz y prosperidad en su trono
mientras estaba violando los preceptos divinos, el escéptico y el
infiel habrían tenido alguna excusa para citar la historia de David
como un oprobio para la religión de la Biblia. Pero en la aflicción
por la que hizo pasar a David, el Señor muestra que no puede tolerar
ni excusar el pecado. Y la historia de David nos permite ver también
los grandes fines que Dios tiene en perspectiva en su manera de