Página 703 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La rebelión de Absalón
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miraba las fuerzas rebeldes, el pensamiento que predominaba en su
mente no se refería a la corona y al reino, ni tampoco a su propia
vida, que dependían de la batalla. El corazón del padre rebosaba de
amor y lástima por su hijo rebelde. Mientras el ejército salía por
las puertas de la ciudad, David animó a sus fieles soldados a que
prosiguieran adelante, confiando en que el Dios de Israel les daría la
victoria. Pero aun entonces no pudo reprimir su amor por Absalón.
Cuando Joab, encabezando la primera columna, pasó por donde es-
taba su rey, el vencedor de cien batallas inclinó su cabeza orgullosa
para oír el último mensaje del monarca que, con voz temblorosa,
le decía: “Tratad benignamente
por amor a mí
al joven Absalón”.
Y a Abisai e Itai les hizo el mismo encargo: “Tratad benignamente
por amor a mí
al joven Absalón”. Pero la solicitud y el cuidado del
rey, que parecía declarar que quería más a Absalón que al reino, aun
más que a los súbditos fieles a su trono, no hizo sino aumentar la
indignación de los soldados contra el hijo desnaturalizado.
La batalla se riñó en un bosque cercano al Jordán, donde las
grandes fuerzas del ejército de Absalón no eran sino una desventaja
para él. Entre las espesuras y los pantanos del bosque, estas tropas
indisciplinadas se confundieron y se volvieron ingobernables. “Allí
cayó el pueblo de Israel ante los siervos de David, y aquel día se
hizo allí una gran matanza de veinte mil hombres”. Viendo Absalón
que la jornada estaba perdida, intentó huir, pero se le trabó la cabeza
entre dos ramas de un árbol muy extendido, y su mula, saliéndose
de debajo de él, lo dejó suspendido inerme, y presa fácil para sus
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enemigos. En esta condición lo encontró un soldado, que por no
disgustar al rey, le perdonó la vida, pero informó a Joab de lo que
había visto. Joab no se dejó refrenar por ningún escrúpulo. Él había
tratado amistosamente a Absalón, y había logrado dos veces una
reconciliación con David, pero su confianza había sido traicionada
vergonzosamente. De no haber obtenido Absalón ventajas por la
intercesión de Joab, esta rebelión, con todos sus horrores, no habría
ocurrido. Ahora estaba en la mano de Joab destruir de un solo golpe
al instigador de toda esta maldad. “Y tomando tres dardos en su
mano, los clavó en el corazón de Absalón, quien estaba aún vivo en
medio de la encina. [...] Tomando después a Absalón, lo echaron
en un gran hoyo en el bosque y levantaron sobre él un montón muy
grande de piedras”.