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Historia de los Patriarcas y Profetas
A la mañana siguiente el profeta Gad le trajo a David un men-
saje: “Así ha dicho Jehová: “Escoge para ti: tres años de hambre,
o tres meses de derrotas ante tus enemigos, con la espada de tus
adversarios, o bien tres días durante los cuales la espada de Jehová
y la peste recorran la tierra, y el ángel de Jehová haga destrucción
en todos los términos de Israel”. Mira, pues, qué responderé a quien
me ha enviado”.
La respuesta del rey fue: “Estoy en gran angustia. Pero es prefe-
rible caer ahora en manos de Jehová, porque sus misericordias son
muchas, que caer en manos de los hombres”.
2 Samuel 24:14
.
La tierra fue herida por una pestilencia, que destruyó a setenta mil
personas en Israel. La pestilencia no había llegado a la capital cuando
“vio al ángel de Jehová que estaba entre el cielo y la tierra, con una
espada desnuda en su mano, extendida contra Jerusalén. Entonces
David y los ancianos se postraron sobre sus rostros, vestidos de ropas
ásperas”. El rey imploró a Dios en favor de Israel: “¿No soy yo el
que hizo contar al pueblo? Yo mismo soy el que pequé, y ciertamente
he hecho mal; pero estas ovejas, ¿qué han hecho? Jehová Dios mío,
caiga ahora tu mano sobre mí, y sobre la casa de mi padre, pero no
envíes la peste sobre tu pueblo”.
La realización del censo había causado desafecto entre el pueblo;
pero este había participado de los mismos pecados que motivaron
la acción de David. Así como el Señor, por medio del pecado de
Absalón, trajo castigos sobre David, por medio del error de David,
castigó los pecados de Israel.
El ángel exterminador se había detenido en las inmediaciones de
Jerusalén. Estaba en el monte Moria, “en la era de Ornán Jebuseo”.
Por indicación del profeta, David fue a la montaña, y edificó allí un
altar a Jehová, “y sacrificó holocaustos y ofrendas de paz. Entonces
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Jehová oyó las súplicas de la tierra y cesó la plaga en Israel”.
2
Samuel 24:25
.
El sitio en que se construyó el altar, que de allí en adelante debía
de considerarse como tierra santa para siempre, fue obsequiado al
rey por Ornán. Pero el rey se negó a recibirlo. “No, todo quiero
comprarlo por su justo precio; porque no tomaré para Jehová lo que
es tuyo, ni sacrificaré holocausto que nada me cueste. Y dio David
a Ornán por aquel lugar la suma de seiscientos siclos de oro”.
1
Crónicas 21:24, 25
. Este sitio, ya memorable por ser el lugar donde