Página 710 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
sumo sacerdote, que pasó al linaje de Sadoc. A Joab y Adonía se
les perdonó por el momento, pero después de la muerte de David
sufrieron la pena de su crimen. La ejecución de la sentencia en
la persona del hijo de David completó el castigo cuádruple que
atestiguaba el aborrecimiento en que Dios tenía el pecado del padre.
Desde los mismos comienzos del reinado de David, uno de sus
planes favoritos había sido el de erigir un templo a Jehová. A pesar
de que no se le había permitido llevar a cabo este propósito, no había
dejado de manifestar celo y fervor por esa idea. Había suplido una
gran abundancia de los materiales más costosos: oro, plata, piedras
de ónix y de distintos colores; mármol y las maderas más preciosas.
Y ahora estos tesoros de valor incalculable, reunidos por David,
debían ser entregados a otros; pues otras manos que las suyas iban a
construir la casa para el arca, símbolo de la presencia de Dios.
Viendo que su fin se acercaba, el rey llamó a los príncipes de
Israel y a hombres representativos de todas las partes del reino, para
que recibieran este legado en calidad de depositarios. Deseaba ha-
cerles su última recomendación antes de morir y obtener su acuerdo
y su apoyo en favor de esta gran obra que había de llevarse a cabo. A
causa de su debilidad física, no se había contado con que él asistiera
personalmente a esta entrega; pero vino sobre él la inspiración de
Dios y con aun mayor medida de fervor y poder que de costumbre
pudo dirigirse por última vez a su pueblo. Le expresó su deseo de
construir el templo y le manifestó el mandamiento del Señor de que
la obra se encomendara a Salomón, su hijo. La promesa divina era:
“Salomón, tu hijo, él edificará mi Casa y mis atrios; porque a este
he escogido por hijo, y yo seré para él padre. Asimismo yo confir-
maré su reino para siempre, si él se esfuerza en poner por obra mis
mandamientos y mis decretos, como en este día”. “Ahora, pues -dijo
David-, delante de todo Israel, congregación de Jehová, y de nuestro
Dios que nos escucha, guardad y observad todos los preceptos de
Jehová, vuestro Dios, para que poseáis la buena tierra, y la dejéis
en herencia a vuestros hijos después de vosotros perpetuamente”.
Véase
1 Crónicas 28, 29
.
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David había aprendido por su propia experiencia cuán duro es el
sendero del que se aparta de Dios. Había sentido la condenación de
la ley quebrantada, y había cosechado los frutos de la transgresión;
y toda su alma se conmovía de solicitud y ansia de que los jefes