Página 719 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Apéndice
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acordarás que fuiste siervo en Egipto y que de allí te rescató Jehová,
tu Dios. Por tanto, yo te mando que hagas esto”.
Nota 5. Pág. 246. Algunos extractos de la obra
Filosofía del Plan de
Salvación
demuestran que las plagas tenían por objeto destruir la
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confianza de los egipcios en el poder y la protección de sus ídolos:
“El primer milagro, al paso que probaba la autenticidad de la misión
de Moisés, destruía las serpientes, que eran entre los egipcios objeto
de adoración, y dejaba así patente desde el principio que sus dioses
no podían ayudar al pueblo ni tampoco salvarse a sí mismos.
”El segundo milagro iba dirigido contra el río Nilo, el cual era otro
objeto de veneración religiosa para los egipcios. Tenían este río por
santo, como los hindúes consideran el Ganges; y hasta veneraban
los peces de sus aguas como dignos de adoración. Bebían el agua
con reverencia y deleite, y creían que había en sus ondas una fuerza
divina que curaba las enfermedades del cuerpo. El agua de este
objeto de su homenaje idólatra se transformó en sangre; los animales
que contenía y que los egipcios adoraban se convirtieron en una masa
de podredumbre.
”El tercer milagro estaba destinado a alcanzar el mismo fin: destruir
la fe en el río como objeto de adoración. Las aguas del Nilo produ-
jeron una inmensa cantidad de ranas que infestaron toda la tierra y
molestaron mucho al pueblo. De modo que por el poder del Dios
verdadero su ídolo fue contaminado y transformado en una fuente
de peligro para los moradores.
”Por el cuarto milagro de una serie cuya fuerza y severidad iban en
aumento, vinieron piojos sobre los hombres y las bestias por toda
la tierra. Ahora bien -dice Gleig-, si se recuerda que nadie podía
acercarse a los altares de Egipto en caso de llevar sobre sí un insecto
tan impuro, y si los sacerdotes, para resguardarse contra el más leve
riesgo de contaminación, llevaban solamente vestiduras de lino y se
rasuraban la cabeza y el cuerpo todos los días
se puede imaginar la
severidad de este castigo milagroso impuesto a la idolatría egipcia.
Mientras duró, ningún acto de adoración pudo llevarse a cabo, y
fue tan grave que los magos mismos exclamaron: “Dedo de Dios es
este”.
Cada tercer día, según Herodoto.