Página 81 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El diluvio
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lujo y la ostentación. Los que quieren enriquecerse rápidamente
corrompen la justicia y oprimen a los pobres; y todavía se compran y
venden “siervos, y las almas de los hombres”. El engaño, el soborno
y el robo se cometen libremente entre humildes y encumbrados.
La prensa abunda en noticias de asesinatos y crímenes ejecutados a
sangre fría y sin causa, que parecería que todo instinto de humanidad
hubiera desaparecido. Estos crímenes atroces son hoy día sucesos
tan comunes que apenas motivan un comentario o causan sorpresa.
El espíritu de anarquía está penetrando en todas las naciones, y los
disturbios que de vez en cuando excitan el horror del mundo, no son
sino señales de los reprimidos fuegos de las pasiones y de la maldad
que, una vez que escapen al dominio de las leyes, llenarán el mundo
de miseria y de desolación.
El cuadro del mundo antediluviano que registra la inspiración
representa con fiel veracidad una copia de la condición a la que
la sociedad moderna está llegando rápidamente. Ahora mismo, en
el presente siglo, y en países que se llaman cristianos, se cometen
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diariamente crímenes tan negros y atroces, como aquellos por los
cuales los pecadores del antiguo mundo fueron destruidos.
Antes del diluvio, Dios mandó a Noé a dar aviso al mundo, para
que los hombres fueran llevados al arrepentimiento, y para que así
escaparan a la destrucción. A medida que se aproxima el momento
de la segunda venida de Cristo, el Señor envía a sus Siervos al mundo
con una amonestación para que los hombres se preparen para ese
gran acontecimiento. Multitudes de personas han vivido violando
la ley de Dios, y ahora, con toda misericordia, las llama para que
obedezcan sus sagrados preceptos. A todos los que abandonen sus
pecados mediante el arrepentimiento para con Dios y la fe en Cristo,
se les ofrece perdón. Pero muchos creen que renunciar al pecado
es hacer un sacrificio demasiado grande. Porque su vida no está
en armonía con los principios puros del gobierno moral de Dios,
rechazan sus amonestaciones y niegan la autoridad de su ley.
Solamente ocho almas de la enorme población antediluviana
creyeron y obedecieron la palabra que Dios les habló por labios
de Noé. Durante ciento veinte años el predicador de la justicia
amonestó al mundo acerca de la destrucción que se aproximaba; pero
su mensaje fue desechado y despreciado. Lo mismo sucederá ahora.
Antes de que el Legislador venga a castigar a los desobedientes,