Página 108 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Abrahán, a medida que una dificultad sucedía a la otra. Al ver su
confianza inquebrantable, comprendían que había esperanza; sabían
que Dios era su amigo y seguía guiándole.
Abrahán no podía explicar la dirección de la Providencia; sus
esperanzas no se habían cumplido; pero mantuvo su confianza en
la promesa: “Y bendecirte he, y engrandeceré tu nombre, y serás
bendición.”
Génesis 12:2
. Con oraciones fervientes consideró la
manera de preservar la vida de su pueblo y de su ganado, pero no
permitió que las circunstancias perturbaran su fe en la palabra de
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Dios. Para escapar del hambre fué a Egipto. No abandonó a Canaán,
ni tampoco en su extrema necesidad se volvió a la tierra de Caldea
de la cual había venido, donde no había escasez de pan; sino que
buscó refugio temporal tan cerca como fuese posible de la tierra
prometida, con la intención de regresar pronto al sitio donde Dios le
había puesto.
En su providencia, el Señor proporcionó esta prueba a Abrahán
para enseñarle lecciones de sumisión, paciencia y fe, lecciones que
habían de conservarse por escrito para beneficio de todos los que
posteriormente iban a ser llamados a soportar aflicciones. Dios dirige
a sus hijos por senderos que ellos desconocen; pero no olvida ni
desecha a los que depositan su confianza en él. Permitió que Job
fuese atribulado pero no le abandonó. Consintió en que el amado
Juan fuese desterrado a la solitaria isla de Patmos, pero el Hijo de
Dios le visitó allí, y pudo ver escenas de gloria inmortal.
Dios permite que las pruebas asedien a los suyos, para que me-
diante su constancia y obediencia puedan enriquecerse espiritual-
mente, y para que su ejemplo sea una fuente de poder para otros.
“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice
Jehová, pensamientos de paz, y no de mal.”
Jeremías 29:11
. Los
mismos sufrimientos que prueban más severamente nuestra fe, y que
nos hacen pensar que Dios nos ha olvidado, sirven para llevarnos
más cerca de Cristo, para que echemos todas nuestras cargas a sus
pies, y para que sintamos la paz que nos ha de dar en cambio.
Dios probó siempre a su pueblo en el crisol de la aflicción. Es en
el fuego del crisol donde la escoria se separa del oro puro del carácter
cristiano. Jesús vigila la prueba; él sabe qué se necesita para purificar
el precioso metal, a fin de que refleje la luz de su amor. Es mediante
pruebas estrictas y reveladoras cómo Dios disciplina a sus siervos.