Página 114 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Cinco reyes de Canaán unieron sus fuerzas, y salieron al encuentro de
los invasores en el valle de Sidim, pero sólo para ser derrotados. Una
gran parte del ejército fué destruida totalmente, y los que pudieron
escapar huyeron a las montañas en busca de seguridad. Los invasores
victoriosos saquearon las ciudades de la llanura, y se marcharon
llevándose un rico botín y muchos prisioneros, entre los cuales iban
Lot y su familia.
Abrahán, que habitaba tranquilamente en el encinar de Mamre,
fué enterado por un fugitivo de lo ocurrido en aquella batalla y
de la desgracia de su sobrino. No había albergado en su corazón
resentimiento por la ingratitud de Lot. Se despertó por él todo su
afecto, y decidió rescatarlo. Buscando ante todo el consejo divino,
Abrahán se preparó para la guerra. En su propio campamento reunió
a trescientos dieciocho de sus siervos adiestrados, hombres educados
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en el temor de Dios, en el servicio de su señor y en el uso de las
armas. Sus aliados, Mamre, Escol y Aner, se le unieron con sus
grupos, y juntos salieron en persecución de los invasores.
Los elamitas y sus aliados habían acampado en Dan, en la fron-
tera septentrional de Canaán. Envalentonados por su victoria, y sin
temer un asalto de parte de sus enemigos vencidos, se habían en-
tregado por completo a la orgía. El patriarca dividió sus fuerzas de
tal manera que éstas se aproximaran por distintos puntos, y conver-
gieran en el campamento enemigo, atacándolo durante la noche. Su
ataque, vigoroso e inesperado, logró una rápida victoria. El rey de
Elam fué muerto, y sus fuerzas, presas de pánico, fueron totalmente
derrotadas. Lot y su familia, con todos los demás prisioneros y sus
bienes, fueron recuperados, y un rico botín de guerra cayó en poder
de los vencedores.
Después de Dios, el triunfo se debió a Abrahán. El adorador
de Jehová no sólo había prestado un gran servicio al país, sino que
también se había revelado hombre de valor. Se vió que la justicia no
es cobarde, y que la religión de Abrahán le daba valor para mantener
el derecho y defender a los oprimidos. Su heroica hazaña le dió am-
plia influencia entre las tribus circunvecinas. A su regreso, el rey de
Sodoma le salió al encuentro con su séquito para honrarlo como con-
quistador. Le pidió que conservase los bienes, solicitándole sólo la
entrega de los prisioneros. Conforme a las leyes de la guerra, el botín
pertenecía a los vencedores; pero Abrahán no había emprendido esta