Página 119 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Abrahán en Canaán
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los elamitas, trató ahora de salvarlo de la tempestad del juicio divino,
si era la voluntad de Dios.
Con profunda reverencia y humildad rogó: “He aquí ahora que
he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza.”
En su súplica no había confianza en sí mismo, ni jactancia de su
propia justicia. No pidió un favor basado en su obediencia, o en
los sacrificios que había hecho en cumplimiento de la voluntad de
Dios. Siendo él mismo pecador, intercedió en favor de los pecadores.
Semejante espíritu deben tener todos los que se acercan a Dios.
Abrahán manifestó la confianza de un niño que suplica a un padre
a quien ama. Se aproximó al mensajero celestial, y fervientemente
le hizo su petición. A pesar de que Lot habitaba en Sodoma, no
participaba de la impiedad de sus habitantes. Abrahán pensó que en
aquella populosa ciudad debía haber otros adoradores del verdadero
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Dios. Y tomando en consideración este hecho, suplicó: “Lejos de ti
el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo
tratado como el impío; nunca tal hagas. El juez de toda la tierra ¿no
ha de hacer lo que es justo?”
Génesis 18:25
. Abrahán no imploró
sólo una vez, sino muchas. Atreviéndose a más a medida que se
le concedía lo pedido, persistió hasta que obtuvo la seguridad de
que aunque hubiese allí sólo diez personas justas, la ciudad sería
perdonada.
El amor hacia las almas a punto de perecer inspiraba las oracio-
nes de Abrahán. Aunque detestaba los pecados de aquella ciudad co-
rrompida, deseaba que los pecadores pudieran salvarse. Su profundo
interés por Sodoma demuestra la ansiedad que debemos experimen-
tar por los impíos. Debemos sentir odio hacia el pecado, y compasión
y amor hacia el pecador. Por todas partes, en derredor nuestro, hay
almas que van hacia una ruina tan desesperada y terrible como la
que sobrecogió a Sodoma. Cada día termina el tiempo de gracia
para algunos. Cada hora, algunos pasan más allá del alcance de la
misericordia. ¿Y dónde están las voces de amonestación y súplica
que induzcan a los pecadores a huir de esta pavorosa condenación?
¿Dónde están las manos extendidas para sacar a los pecadores de
la muerte? ¿Dónde están los que con humildad y perseverante fe
ruegan a Dios por ellos?
El espíritu de Abrahán fué el espíritu de Cristo. El mismo Hijo
de Dios es el gran intercesor en favor del pecador. El que pagó el