Página 126 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
y ponte sumisa bajo de su mano.” No obstante, con el reproche se
mezclaron palabras de consolación. “Oído ha Jehová tu aflicción.”
“Multiplicaré tanto tu linaje, que no será contado a causa de la
muchedumbre.” Y como recordatorio perpetuo de su misericordia,
se le mandó que llamara a su hijo Ismael, o sea: “Dios oirá.”
Cuando Abrahán tenía casi cien años, se le repitió la promesa
de un hijo, y se le aseguró que el futuro heredero sería hijo de Sara.
Pero Abrahán todavía no comprendió la promesa. En seguida pensó
en Ismael, aferrado a la creencia de que por medio de él se habían
de cumplir los propósitos misericordiosos de Dios. En su afecto por
su hijo exclamó: “Ojalá Ismael viva delante de ti.” Nuevamente se
le dió la promesa en palabras inequívocas: “Ciertamente Sara tu
mujer te parirá un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi
pacto con él.” Sin embargo, Dios se acordó también de la oración
del padre. “Y en cuanto a Ismael—dijo,—también te he oído: he
aquí que le bendeciré ... y ponerlo he por gran gente.”
El nacimiento de Isaac, al traer, después de una espera de toda la
vida, el cumplimiento de las más caras esperanzas de Abrahán y de
Sara, llenó de felicidad su campamento. Pero para Agar representó
el fin de sus más caras ambiciones. Ismael, ahora adolescente, había
sido considerado por todo el campamento como el heredero de las
riquezas de Abrahán, así como de las bendiciones prometidas a sus
descendientes. Ahora era repentinamente puesto a un lado; y en su
desengaño, madre e hijo odiaron al hijo de Sara. La alegría general
aumentó sus celos, hasta que Ismael osó burlarse abiertamente del
heredero de la promesa de Dios.
Sara vió en la inclinación turbulenta de Ismael una fuente perpe-
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tua de discordia, y le pidió a Abrahán que alejara del campamento
a Ismael y a Agar. El patriarca se llenó de angustia. ¿Cómo podría
desterrar a Ismael, su hijo, a quien todavía amaba entrañablemente?
En su perplejidad, Abrahán pidió la dirección divina. Mediante un
santo ángel, el Señor le ordenó que accediera a la petición de Sara;
que su amor por Ismael o Agar no debía interponerse, pues sólo así
podría restablecer la armonía y la felicidad en su familia. Y el ángel
le dió la promesa consoladora de que aunque estuviese separado del
hogar de su padre, Ismael no sería abandonado por Dios; su vida
sería conservada, y llegaría a ser padre de una gran nación. Abrahán
obedeció la palabra del ángel, aunque no sin sufrir gran pena. Su