Página 136 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
pervierte el entendimiento y el alma. Satanás está al acecho, pronto
para destruir a los imprudentes cuya ociosidad le da ocasión de
acercarse a ellos bajo cualquier disfraz atractivo. Nunca tiene más
éxito que cuando se aproxima a los hombres en sus horas ociosas.
Reinaban en Sodoma el alboroto y el júbilo, los festines y las
borracheras. Las más viles y más brutales pasiones imperaban de-
senfrenadas. Los habitantes desafiaban públicamente a Dios y a su
ley, y encontraban deleite en los actos de violencia. Aunque tenían
ante sí el ejemplo del mundo antediluviano, y sabían cómo se había
manifestado la ira de Dios en su destrucción, sin embargo, seguían
la misma conducta impía.
Cuando Lot se trasladó a Sodoma, la corrupción no se había
generalizado, y Dios en su misericordia permitió que brillasen rayos
de luz en medio de las tinieblas morales. Cuando Abrahán libró a
los cautivos de los elamitas, la atención del pueblo fué atraída a la
verdadera fe. Abrahán no era desconocido para los habitantes de
Sodoma, y su veneración del Dios invisible había sido para ellos
objeto de ridículo; pero su victoria sobre fuerzas muy superiores, y
su magnánima disposición acerca de los prisioneros y del botín, des-
pertaron la admiración y el asombro. Mientras alababan su habilidad
y valentía, nadie pudo evitar la convicción de que un poder divino
le había dado la victoria. Y su espíritu noble y desinteresado, tan
extraño para los egoístas habitantes de Sodoma, fué otra prueba de
la superioridad de la religión a la que honró por su valor y fidelidad.
Melquisedec, al bendecir a Abrahán, había reconocido a Jehová
como la fuente de todo su poder y como autor de la victoria: “Bendito
sea Abram del Dios alto, poseedor de los cielos y de la tierra; y
bendito sea el Dios alto, que entregó tus enemigos en tu mano.”
Génesis 14:19, 20
. Dios estaba hablando a aquel pueblo por su
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providencia, pero el último rayo de luz fué rechazado, como todos
los anteriores.
Y ahora se acercaba la última noche de Sodoma. Las nubes de
la venganza proyectaban ya sus sombras sobre la ciudad condenada.
Pero los hombres no las percibieron. Mientras se acercaban los ánge-
les con su misión destructora, los hombres soñaban con prosperidad
y placer. El último día fué como todos los demás que habían llegado
y desaparecido. La noche se cerró sobre una escena de hermosura y
seguridad. Los rayos del sol poniente inundaron un panorama de in-