Página 146 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
generación de hombres piadosos, sino dos naciones idólatras, que se
enemistaron contra Dios y guerrearon contra su pueblo, hasta que,
cuando la medida de su impiedad estuvo llena, fueron condenadas a
la destrucción. ¡Qué terribles fueron las consecuencias que siguieron
a un solo paso imprudente!
El sabio Salomón dice: “No trabajes por ser rico; pon coto a tu
prudencia.” “Alborota su casa el codicioso: mas el que aborrece las
dádivas, vivirá.”
Proverbios 23:4; 15:27
. Y el apóstol Pablo declara:
“Los que quieren enriquecerse, caen en tentación y lazo, y en muchas
codicias locas y dañosas, que hunden a los hombres en perdición y
muerte.”
1 Timoteo 6:9
.
Cuando Lot se estableció en Sodoma, estaba completamente
decidido a abstenerse de la impiedad y a “mandar a su casa después
de sí” que obedeciera a Dios. Pero fracasó rotundamente. Las co-
rruptoras influencias que le rodeaban afectaron su propia fe, y la
unión de sus hijas con los habitantes de Sodoma vinculó hasta cierto
punto sus intereses con el de ellos. El resultado está ante nosotros.
Muchos continúan cometiendo un error semejante. Cuando bus-
can donde establecerse, miran las ventajas temporales que pueden
obtener, antes que las influencias morales y sociales que los rodearán
a ellos y a sus familias. Con la esperanza de alcanzar mayor pros-
peridad, escogen un país hermoso y fértil o se mudan a una ciudad
floreciente; pero sus hijos se ven rodeados de tentaciones, y muy
a menudo entran en relaciones poco favorables al desarrollo de la
piedad y a la formación de un carácter recto. El ambiente de baja
moralidad, de incredulidad, o indiferencia hacia las cosas religiosas,
tiende a contrarrestar la influencia de los padres. La juventud ve por
todas partes ejemplos de rebelión contra la autoridad de los padres
y la de Dios; muchos se unen a los infieles e incrédulos y echan su
suerte con los enemigos de Dios.
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Al elegir un sitio para vivir, Dios quiere que consideremos ante
todo las influencias morales y religiosas que nos rodearan a nosotros
y a nuestras familias. Podemos encontrarnos en posiciones difíciles,
pues muchos no pueden vivir en el medio en que quisieran. Pero
dondequiera que el deber nos llame, Dios nos ayudará a mante-
nernos incólumes, si velamos y oramos, confiando en la gracia de
Cristo. Pero no debemos exponernos innecesariamente a influen-
cias desfavorables a la formación de un carácter cristiano. Si nos