Página 163 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Huida y destierro de Jacob
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cielo.” Véase
Génesis 28
. Por esta escalera subían y bajaban ángeles.
En lo alto de ella estaba el Señor de la gloria, y su voz se oyó desde
los cielos: “Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de
Isaac.” La tierra en que estaba acostado como desterrado y fugitivo
le fué prometida a él y a su descendencia, al asegurársele: “Todas
las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente.” Esta
promesa había sido dada a Abrahán y a Isaac, y ahora fué repetida a
Jacob. Luego, en atención especial a su actual soledad y tribulación,
fueron pronunciadas las palabras de consuelo y estímulo: “He aquí,
yo soy contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres, y te
volveré a esta tierra; porque no te dejaré hasta tanto que haya hecho
lo que te he dicho.”
El Señor conocía las malas influencias que rodearían a Jacob y
los peligros a que estaría expuesto. En su misericordia abrió el futu-
ro ante el arrepentido fugitivo, para que comprendiese la intención
divina a su respecto, y a fin de que estuviese preparado para resistir
las tentaciones que necesariamente sufriría, cuando se encontrase
solo entre idólatras e intrigantes. Tendría entonces siempre presen-
te la alta norma a que debía aspirar, y el saber que por su medio
se cumpliría el propósito de Dios le incitaría constantemente a la
fidelidad.
En esta visión el plan de la redención le fué revelado a Jacob,
no del todo, sino hasta donde le era esencial en aquel momento. La
escalera mística que se le mostró en su sueño, fué la misma a la cual
se refirió Cristo en su conversación con Natanael. Dijo el Señor: “De
aquí adelante veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios que suben
y descienden sobre el Hijo del hombre.”
Juan 1:51
.
Hasta el tiempo de la rebelión del hombre contra el gobierno
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divino, había existido libre comunión entre Dios y el hombre. Pero
el pecado de Adán y Eva separó la tierra del cielo, de manera que el
hombre no podía ya comunicarse con su Hacedor. Sin embargo, no
se dejó al mundo en solitaria desesperación. La escalera representa
a Jesús, el medio señalado para comunicarnos con el cielo. Si no
hubiese salvado por sus méritos el abismo producido por el pecado,
los ángeles ministradores no habrían podido tratar con el hombre
caído. Cristo une el hombre débil y desamparado con la fuente del
poder infinito.