Página 170 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Entonces dijo Jacob: “Poco tenías antes de mi venida, y ha
crecido en gran número.” Pero a medida que el tiempo pasaba, Labán
comenzó a envidiar la mayor prosperidad de Jacob, quien prosperó
mucho, “y tuvo muchas ovejas, y siervas y siervos, y camellos y
asnos.”
Génesis 30:25-27, 30, 43
.
Los hijos de Labán participaban de los celos de su padre, y sus
palabras maliciosas llegaron a oídos de Jacob: “Jacob ha tomado
todo lo que era de nuestro padre; y de lo que era de nuestro padre ha
adquirido toda esta grandeza. Miraba también Jacob el semblante
de Labán, y veía que no era para con él como ayer y antes de ayer.”
Véase
Génesis 31
.
Jacob habría dejado a su astuto pariente mucho antes, si no
hubiese temido el encuentro con Esaú. Ahora comprendió que estaba
en peligro frente a los hijos de Labán, quienes, considerando suya
la riqueza de Jacob, tratarían tal vez de obtenerla por la fuerza. Se
encontraba en gran perplejidad y aflicción, sin saber qué camino
tomar. Pero recordando la bondadosa promesa de Betel, llevó su
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problema ante Dios y buscó su consejo. En un sueño se contestó a
su oración: “Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela; que
yo seré contigo.”
La ausencia de Labán le ofreció una ocasión para marcharse.
Jacob reunió rápidamente sus rebaños y manadas, y los envió ade-
lante. Luego atravesó el Eufrates con sus esposas y niños y siervos,
a fin de apresurar su marcha hacia Galaad, en la frontera de Canaán.
Tres días después, Labán se enteró de su huída, y se puso en camino
para perseguir la caravana, a la cual dió alcance el séptimo día de
su viaje. Estaba lleno de ira y decidido a obligarlos a volver, lo que
no dudaba que podría hacer, puesto que su compañía era más fuerte.
Los fugitivos estaban realmente en gran peligro.
Si Labán no realizó su intención hostil, fué porque Dios mismo
se interpuso en favor de su siervo. “Poder hay en mi mano—dijo
Labán—para haceros mal: mas el Dios de vuestro padre me habló
anoche diciendo: Guárdate que no hables a Jacob descomedidamen-
te;” es decir, que no debía inducirlo a volver, ni por la fuerza ni
mediante palabras lisonjeras.
Labán había retenido la dote de sus hijas, y siempre había tratado
a Jacob astuta y duramente; pero con característico disimulo le
reprochó ahora su partida secreta, sin haberle dado como padre