Página 177 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La noche de lucha
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confianza en Dios. Cuando en su angustia Jacob se asió del Angel
y le suplicó con lágrimas, el Mensajero celestial, para probar su fe,
le recordó también su pecado y trató de librarse de él. Pero Jacob
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no se dejó desviar. Había aprendido que Dios es misericordioso,
y se apoyó en su misericordia. Se refirió a su arrepentimiento del
pecado, y pidió liberación. Mientras repasaba su vida, casi fué im-
pulsado a la desesperación; pero se aferró al Angel, y con fervientes
y agonizantes súplicas insistió en sus ruegos, hasta que prevaleció.
Tal será la experiencia del pueblo de Dios en su lucha final
con los poderes del mal. Dios probará la fe de sus seguidores, su
constancia, y su confianza en el poder de él para librarlos. Satanás
se esforzará por aterrarlos con el pensamiento de que su situación
no tiene esperanza; que sus pecados han sido demasiado grandes
para alcanzar el perdón. Tendrán un profundo sentimiento de sus
faltas, y al examinar su vida, verán desvanecerse sus esperanzas.
Pero recordando la grandeza de la misericordia de Dios, y su propio
arrepentimiento sincero, pedirán el cumplimiento de las promesas
hechas por Cristo a los pecadores desamparados y arrepentidos. Su
fe no faltará porque sus oraciones no sean contestadas en seguida.
Se asirán del poder de Dios, como Jacob se asió del Angel, y el
lenguaje de su alma será: “No te dejaré, si no me bendices.”
Si Jacob no se hubiese arrepentido antes por su pecado consisten-
te en tratar de conseguir la primogenitura mediante un engaño, Dios
no habría podido oír su oración ni conservarle bondadosamente la
vida. Así será en el tiempo de angustia. Si el pueblo de Dios tuviera
pecados inconfesos que aparecieran ante ellos cuando los torturen el
temor y la angustia, serían abrumados; la desesperación anularía su
fe, y no podrían tener confianza en Dios para pedirle su liberación.
Pero aunque tengan un profundo sentido de su indignidad, no ten-
drán pecados ocultos que revelar. Sus pecados habrán sido borrados
por la sangre expiatoria de Cristo, y no los podrán recordar.
Satanás induce a muchos a creer que Dios pasará por alto su
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infidelidad en los asuntos menos importantes de la vida; pero en su
proceder con Jacob el Señor demostró que de ningún modo puede
sancionar ni tolerar el mal. Todos los que traten de ocultar o excusar
sus pecados, y permitan que permanezcan en los libros del cielo
inconfesos y sin perdón, serán vencidos por Satanás. Cuanto más
elevada sea su profesión, y cuanto más honorable sea la posición