Página 180 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
por el embuste y la violencia de sus hijos, sólo dijo: “Habéisme
turbado con hacerme abominable a los moradores de aquesta tierra,
... y teniendo yo pocos hombres, juntarse han contra mí, y me herirán,
y seré destruido yo y mi casa.” El dolor y la aversión con que miraba
el hecho sangriento cometido por sus hijos se manifiesta en las
palabras con las cuales recordó ese acto, casi cincuenta años más
tarde cuando yacía en su lecho de muerte en Egipto: “Simeón y Leví,
hermanos: armas de iniquidad sus armas. En su secreto no entre mi
alma, ni mi honra se junte en su compañía; ... maldito su furor, que
fué fiero; y su ira, que fué dura.”
Génesis 49:5-7
.
Jacob creyó que había motivo para humillarse profundamente. La
crueldad y la falsía se manifestaban en el carácter de sus hijos. Había
dioses falsos en su campamento, y hasta cierto punto la idolatría
estaba ganando terreno en su familia. Si el Señor los tratara según
lo merecían, ¿no los abandonaría a la venganza de las naciones
circunvecinas?
Mientras Jacob estaba oprimido por la pena, el Señor le mandó
viajar hacia el sur, a Betel. El pensar en este lugar no sólo le recordó
su visión de los ángeles y las promesas de la gracia divina, sino
también el voto que él había hecho allí de que el Señor sería su
Dios. Determinó que antes de marchar hacia ese lugar sagrado, su
casa debía quedar libre de la mancha de la idolatría. Por lo tanto,
recomendó a todos los que estaban en su campamento: “Quitad los
dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros
vestidos. Y levantémonos, y subamos a Beth-el; y haré allí altar al
Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha sido conmigo
en el camino que he andado.”
Con honda emoción, Jacob repitió la historia de su primera visita
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a Betel, cuando, como solitario viajero que había dejado la tienda
de su padre, huía para salvar su vida, y contó cómo el Señor le había
aparecido en visión nocturna. Mientras reseñaba cuán maravillosa-
mente Dios había procedido con él, se enterneció su propio corazón,
y sus hijos también fueron conmovidos por un poder subyugador;
había tomado la medida más eficaz para prepararlos a fin de que se
unieran con él en la adoración de Dios cuando llegasen a Betel. “Así
dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y
los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo
de una encina, que estaba junto a Sichem.”