Página 183 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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El regreso a Canaán
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“Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su
potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en
la ciudad.”
Apocalipsis 22:14
. En cuanto a la redención final del
hombre, ésta es la única elección que nos enseña la Palabra de Dios.
Es elegida toda alma que labre su propia salvación con temor y
temblor. Es elegido el que se ponga la armadura y pelee la buena
batalla de la fe. Es elegido el que vele en oración, el que escudriñe
las Escrituras, y huya de la tentación. Es elegido el que tenga fe
continuamente, y el que obedezca a cada palabra que sale de la
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boca de Dios. Las
medidas
tomadas para la redención se ofrecen
gratuitamente a todos, pero los
resultados
de la redención serán
únicamente para los que hayan cumplido las condiciones.
Esaú había menospreciado las bendiciones del pacto. Había
preferido los bienes temporales a los espirituales, y obtuvo lo que
deseaba. Se separó del pueblo de Dios por su propia elección. Ja-
cob había escogido la herencia de la fe. Había tratado de lograrla
mediante la astucia, la traición y el engaño; pero Dios permitió que
su pecado produjera su corrección. Sin embargo, al través de todas
las experiencias amargas de sus años posteriores, Jacob no se desvió
nunca de su propósito, ni renunció a su elección. Había comprendido
que, al valerse de la habilidad y la astucia humanas para conseguir
la bendición, había obrado contra Dios.
De aquella lucha nocturna al lado del Jaboc, Jacob salió hecho
un hombre distinto. La confianza en sí mismo había desaparecido.
Desde entonces en adelante ya no manifestó su astucia anterior. En
vez del disimulo y el engaño, los principios de su vida fueron la
sencillez y la veracidad. Había aprendido a confiar con sencillez
en el brazo omnipotente; y en la prueba y la aflicción se sometió
humildemente a la voluntad de Dios. Los elementos más bajos de su
carácter habían sido consumidos en la hornaza, y el oro verdadero
se purificó, hasta que la fe de Abrahán e Isaac apareció en Jacob con
toda nitidez.
El pecado de Jacob y la serie de sucesos que había acarreado no
dejaron de ejercer su influencia para el mal, y ella produjo amargo
fruto en el carácter y la vida de sus hijos. Cuando estos hijos llegaron
a la virilidad, cometieron graves faltas. Las consecuencias de la
poligamia se revelaron en la familia. Este terrible mal tiende a secar
las fuentes mismas del amor, y su influencia debilita los vínculos más