Página 190 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
La notable prosperidad que acompañaba a todo lo que se en-
cargara a José no era resultado de un milagro directo, sino que su
industria, su interés y su energía fueron coronados con la bendición
divina. José atribuyó su éxito al favor de Dios, y hasta su amo idó-
latra aceptó eso como el secreto de su sin igual prosperidad. Sin
embargo, sin sus esfuerzos constantes y bien dirigidos, nunca habría
podido alcanzar tal éxito. Dios fué glorificado por la fidelidad de
su siervo. Era el propósito divino que por la pureza y la rectitud, el
creyente en Dios apareciera en marcado contraste con los idólatras,
para que así la luz de la gracia celestial brillase en medio de las
tinieblas del paganismo.
La dulzura y la fidelidad de José cautivaron el corazón del jefe
de la guardia real, que llegó a considerarlo más como un hijo que
como un esclavo. El joven entró en contacto con hombres de alta
posición y de sabiduría, y adquirió conocimientos de las ciencias,
los idiomas y los negocios; educación necesaria para quien sería
más tarde primer ministro de Egipto.
Pero la fe e integridad de José habían de acrisolarse mediante
pruebas de fuego. La esposa de su amo trató de seducir al joven a
que violara la ley de Dios. Hasta entonces había permanecido sin
mancharse con la maldad que abundaba en aquella tierra pagana;
pero ¿cómo enfrentaría esta tentación, tan repentina, tan fuerte, tan
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seductora? José sabía muy bien cuál sería el resultado de su resisten-
cia. Por un lado había encubrimiento, favor y premios; por el otro,
desgracia, prisión, y posiblemente la muerte. Toda su vida futura
dependía de la decisión de ese momento. ¿Triunfarían los buenos
principios? ¿Se mantendría fiel a Dios? Los ángeles presenciaban la
escena con indecible ansiedad.
La contestación de José revela el poder de los principios religio-
sos. No quiso traicionar la confianza de su amo terrenal, y cuales-
quiera que fueran las consecuencias, sería fiel a su Amo celestial.
Bajo el ojo escudriñador de Dios y de los santos ángeles, muchos
se toman libertades de las que no se harían culpables en presencia
de sus semejantes. Pero José pensó primeramente en Dios. “¿Cómo,
pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” dijo él.
Si abrigáramos habitualmente la idea de que Dios ve y oye
todo lo que hacemos y decimos, y que conserva un fiel registro
de nuestras palabras y acciones, a las que deberemos hacer frente