Página 203 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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José y sus hermanos
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costal suyo.” Y el mayordomo los examinó a todos; comenzando con
Rubén, siguió en orden hasta llegar al menor. La copa se encontró
en el saco de Benjamín.
Los hermanos desgarraron su ropa en señal de profundo dolor, y
regresaron lentamente a la ciudad. De acuerdo con su propia prome-
sa, Benjamín estaba condenado a una vida de esclavitud. Siguieron
al mayordomo hasta el palacio, y encontrando al gobernador todavía
allí, se postraron ante él. “¿Qué obra es esta que habéis hecho?—
dijo.—¿No sabéis que un hombre como yo sabe adivinar?” José se
proponía obtener de ellos un reconocimiento de su pecado. Jamás
había pretendido poseer el poder de adivinar, pero quería hacerles
creer que podía leer los secretos de su vida.
Judá contestó: “¿Qué diremos a mi señor? ¿qué hablaremos?
¿o con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus
siervos: he aquí, nosotros somos siervos de mi señor, nosotros, y
también aquél en cuyo poder fué hallada la copa.”
“Nunca yo tal haga—fué la respuesta:—el varón en cuyo poder
fué hallada la copa, él será mi siervo; vosotros id en paz a vuestro
padre.”
En su profundo dolor, Judá se acercó al gobernador y exclamó:
“Ay señor mío, ruégote que hable tu siervo una palabra en oídos de
mi señor, y no se encienda tu enojo contra tu siervo, pues que tú eres
como Faraón.” Con palabras de conmovedora elocuencia describió
el profundo pesar de su padre por la pérdida de José, y su aversión a
permitir que Benjamín fuese con ellos a Egipto, pues era el único
hijo que le quedaba de su madre Raquel, a quien Jacob había amado
tan tiernamente. “Ahora, pues—dijo él,—cuando llegare yo a tu
siervo mi padre, y el mozo no fuere conmigo, como su alma está
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ligada al alma de él, sucederá que cuando no vea al mozo, morirá: y
tus siervos harán descender las canas de tu siervo nuestro padre con
dolor a la sepultura. Como tu siervo salió por fiador del mozo con
mi padre, diciendo: Si no te lo volviere, entonces yo seré culpable
para mi padre todos los días; ruégote por tanto que quede ahora tu
siervo por el mozo por siervo de mi señor, y que el mozo vaya con
sus hermanos. Porque ¿cómo iré yo a mi padre sin el mozo? No
podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre.”
José estaba satisfecho. Había visto en sus hermanos los frutos
del verdadero arrepentimiento. Al oír el noble ofrecimiento de Judá,