Página 204 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
ordenó que todos excepto estos hombres se retiraran; entonces,
llorando en alta voz, exclamó: “Yo soy José: ¿vive aún mi padre?”
Sus hermanos permanecieron inmóviles, mudos de temor y asom-
bro. ¡El gobernador de Egipto era su hermano José, a quien por envi-
dia habían querido asesinar, y a quien por fin habían vendido como
esclavo! Todos los tormentos que le habían hecho sufrir pasaron ante
ellos. Recordaron cómo habían menospreciado sus sueños, y cómo
habían luchado por evitar que se cumplieran. Sin embargo, habían
participado en el cumplimiento de esos sueños; y ahora estaban por
completo en su poder, y sin duda alguna, él se vengaría del daño que
había sufrido.
Viendo su confusión, les dijo amablemente: “Llegaos ahora a
mí,” y cuando se acercaron, él prosiguió: “Yo soy José vuestro her-
mano el que vendisteis para Egipto. Ahora pues, no os entristezcáis,
ni os pese de haberme vendido acá; que para preservación de vida
me envió Dios delante de vosotros.” Considerando que ya habían
sufrido ellos lo suficiente por su crueldad hacia él, noblemente trató
de desvanecer sus temores y de reducir la amargura de su remordi-
miento.
“Que ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra—
continuó José,—y aun quedan cinco años en que ni habrá arada
ni siega. Y Dios me envió delante de vosotros, para que vosotros
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quedaseis en la tierra, y para daros vida por medio de grande salva-
mento. Así pues, no me enviasteis vosotros acá, sino Dios, que me
ha puesto por padre de Faraón, y por señor de toda su casa, y por
gobernador en toda la tierra de Egipto. Daos priesa, id a mi padre y
decidle: Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto por señor de todo
Egipto; ven a mí, no te detengas: y habitarás en la tierra de Gosén,
y estarás cerca de mí, tú y tus hijos, y los hijos de tus hijos, tus
ganados y tus vacas, y todo lo que tienes. Y allí te alimentaré, pues
aun quedan cinco años de hambre, porque no perezcas de pobreza tú
y tu casa, y todo lo que tienes: y he aquí, vuestros ojos ven, y los ojos
de mi hermano Benjamín, que mi boca os habla.” “Y echóse sobre el
cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró
sobre su cuello. Y besó a todos sus hermanos, y lloró sobre ellos: y
después sus hermanos hablaron con él.” Confesaron humildemente
su pecado, y le pidieron perdón. Durante mucho tiempo habían su-