Página 205 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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José y sus hermanos
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frido ansiedad y remordimiento, y ahora se regocijaron de que José
estuviera vivo.
La noticia de lo que había ocurrido llegó pronto a oídos del
rey, quien, anheloso de manifestar su gratitud a José, confirmó la
invitación del gobernador a su familia, diciendo: “El bien de la tierra
de Egipto será vuestro.” Los hermanos de José fueron enviados con
gran provisión de alimentos y carruajes, y todo lo necesario para
trasladar a Egipto a todas sus familias y las personas que dependían
de ellas. José hizo regalos más valiosos a Benjamín que a los otros
hermanos. Luego, temiendo que sobrevinieran disputas entre ellos
durante el viaje de regreso, cuando estaban por partir les dió el
encargo: “No riñáis por el camino.”
Los hijos de Jacob volvieron a su padre con la grata noticia:
“José vive aún, y él es señor en toda la tierra de Egipto.” Al principio
el anciano se sintió abrumado. No podía creer lo que oía; pero al ver
la larga caravana de carros y animales cargados, y a Benjamín otra
vez con él, se convenció, y en la plenitud de su regocijo, exclamó:
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“Basta; José mi hijo vive todavía: iré, y le veré antes que yo muera.”
Quedaba otro acto de humillación para los diez hermanos. Con-
fesaron a su padre el engaño y la crueldad que durante tantos años
habían amargado la vida de él y la de ellos. Jacob no los había creído
capaces de tan vil pecado, pero vió que todo había sido dirigido para
bien, y perdonó y bendijo a sus descarriados hijos.
Muy pronto el padre y los hijos, con sus familias, sus rebaños
y manadas, y muchos asistentes, se pusieron en camino a Egipto.
Viajaron con corazón regocijado, y cuando llegaron a Beerseba el
patriarca ofreció sacrificios de agradecimiento, e imploró al Señor
que les otorgase una garantía de que iría con ellos. En una visión
nocturna recibió la divina palabra: “No temas de descender a Egipto,
porque yo te pondré allí en gran gente. Yo descenderé contigo a
Egipto, y yo también te haré volver.”
La promesa: “No temas de descender a Egipto, porque yo te
pondré
allí
en gran gente,” era muy significativa. Se había prome-
tido que su posteridad sería tan numerosa como las estrellas; pero
hasta entonces el pueblo elegido había aumentado lentamente. Y la
tierra de Canaán no ofrecía en ese tiempo campo propicio para el
desarrollo de la nación que se había predicho. Estaba en posesión
de tribus paganas poderosas que no habrían de ser desalojadas hasta