Página 206 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
“la cuarta generación.” De haber quedado allí, para convertirse en
un pueblo numeroso, los descendientes de Israel hubiesen tenido
que expulsar a los habitantes de la tierra o dispersarse entre ellos.
Conforme a la disposición divina, no podían hacer lo primero; y si
se mezclaban con los cananeos, se expondrían a ser seducidos por
la idolatría. Egipto, sin embargo, ofrecía las condiciones necesarias
para el cumplimiento del propósito divino. Se les ofrecía allí un
sector del país bien regado y fértil, con todas las ventajas necesarias
para un rápido aumento. Y la antipatía que habían de encontrar en
Egipto debido a su ocupación, pues “los Egipcios abominan todo
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pastor de ovejas,” les permitiría seguir siendo un pueblo distinto y
separado, y serviría para impedirles que participaran en la idolatría
egipcia.
Al llegar a Egipto, la compañía se dirigió a la tierra de Gosén.
Allí fué José en su carro oficial, acompañado de un séquito principes-
co. Olvidó el esplendor de su ambiente y la dignidad de su posición;
un solo pensamiento llenaba su mente, un anhelo conmovía su cora-
zón. Cuando divisó la llegada de los viajeros, no pudo ya reprimir el
amor cuyos anhelos había sofocado durante tan largos años. Saltó
de su carro, y corrió a dar la bienvenida a su padre. “Echóse sobre su
cuello, y lloró sobre su cuello bastante. Entonces Israel dijo a José:
Muera yo ahora, ya que he visto tu rostro, pues aun vives.”
José llevó a cinco de sus hermanos para presentarlos a Faraón, y
para que se les diera la tierra en que iban a establecer sus hogares. La
gratitud hacia su primer ministro induciría al monarca a honrarlos
con nombramientos para ocupar cargos oficiales; pero José, leal
al culto de Jehová, trató de salvar a sus hermanos de las tentacio-
nes a que se expondrían en una corte pagana; por consiguiente, les
aconsejó que cuando el rey les preguntase, le dijesen francamente
su ocupación. Los hijos de Jacob siguieron este consejo, teniendo
cuidado también de manifestar que habían venido a morar tempo-
ralmente en la tierra, y no a permanecer allí, reservándose de esa
manera el derecho de marcharse cuando lo desearan. El rey les asig-
nó un lugar, como había ofrecido, en lo mejor del país, en la tierra
de Gosén.
Poco tiempo después, José llevó también a su padre para presen-
tarlo al rey. El patriarca era extraño al ambiente de las cortes reales;
pero en medio de las sublimes escenas de la naturaleza había tenido