Página 208 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
perdida por Rubén, había de recaer en José; a saber, una porción
doble en Israel.
La vista de Jacob estaba debilitada por la edad, y no se había
dado cuenta de la presencia de los jóvenes; pero al ver sus siluetas,
dijo: “¿Quiénes son éstos?” Al saberlo, agregó: “Allégalos ahora
a mí, y los bendeciré.” Al acercársele, el patriarca los abrazó y los
besó, poniendo sus manos solemnemente sobre sus cabezas para
bendecirlos. Entonces pronunció la oración: “El Dios en cuya pre-
sencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me
mantiene desde que yo soy hasta este día, el Angel que me liberta de
todo mal, bendiga a estos mozos: y mi nombre sea llamado en ellos,
y el nombre de mis padres Abraham e Isaac: y multipliquen en gran
manera en medio de la tierra.” No había ya en él espíritu de auto-
independencia, ni confianza en los arteros poderes humanos. Dios
había sido su guardador y su sostén. No se quejó de los malos días
pasados. Ya no consideraba sus pruebas y dolores como cosas que
habían obrado contra él. Su memoria sólo evocó la misericordia y las
bondades del que había estado con él durante toda su peregrinacion.
Terminada la bendición, dejando para las generaciones venideras
que iban a pasar por largos años de esclavitud y dolor este testimonio
de su fe, Jacob le aseguró a su hijo: “He aquí, yo muero, mas Dios
será con vosotros, y os hará volver a la tierra de vuestros padres.”
Por fin todos los hijos de Jacob se reunieron alrededor de su
lecho de muerte. Jacob llamó a sus hijos y dijo: “Juntaos y oíd, hijos
de Jacob; y escuchad a vuestro padre Israel.” “Y os declararé lo que
os ha de acontecer en los postreros días.” A menudo había pensado
ansiosamente en el futuro de sus hijos, y había tratado de concebir
un cuadro de la historia de las diferentes tribus. Ahora, mientras sus
hijos esperaban su última bendición, el Espíritu de la inspiración se
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posó sobre él; y se presentó ante él en profética visión el futuro de
sus descendientes. Uno después de otro, mencionó los nombres de
sus hijos, describió el carácter de cada uno, y predijo brevemente la
historia futura de sus tribus.
“Rubén, tú eres mi primogénito,
Mi fortaleza, y el principio de mi vigor;
Principal en dignidad, principal en poder.”