Página 211 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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José y sus hermanos
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ni resentimiento. Había perdonado a todos, y los amó a todos hasta
el fin. Su ternura paternal se habría expresado sólo en palabras de
ánimo y de esperanza; pero el poder de Dios se posó sobre él, y bajo
la influencia de la inspiración fué constreñido a declarar la verdad,
por penosa que fuera.
Una vez pronunciadas las últimas bendiciones, Jacob repitió el
encargo referente al sitio de su entierro: “Yo voy a ser reunido con
mi pueblo: sepultadme con mis padres ... en la cueva que está en el
campo de Macpela.... Allí sepultaron a Abraham y a Sara su mujer;
allí sepultaron a Isaac y a Rebeca su mujer; allí también sepulté yo
a Lea.” De esta manera el último acto de su vida fué manifestar su
fe en la promesa de Dios.
Los últimos años de Jacob le proporcionaron un atardecer tran-
quilo y descansado después de un inquieto y fatigoso día. Se habían
juntado obscuras nubes sobre su camino; sin embargo, la puesta de
su sol fué clara, y el fulgor del cielo iluminó la hora de su partida.
Dice la Escritura: “Al tiempo de la tarde habrá luz.” “Considera al
íntegro, y mira al justo: que la postrimería de cada uno de ellos es
paz.”
Zacarías 14:7
;
Salmos 37:37
.
Jacob había pecado, y había sufrido hondamente. Había tenido
que pasar muchos años de trabajo, cuidado y dolor desde el día en
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que su gran pecado le obligó a huir de las tiendas de su padre.
Había sido fugitivo sin hogar, separado de su madre a quien
nunca volvió a ver; trabajó siete años por la que amó, sólo para ser
vilmente defraudado; trabajó veinte años al servicio de un pariente
codicioso y rapaz; vió aumentar su riqueza y crecer a sus hijos en su
derredor, pero halló poco regocijo en su contenciosa y dividida fa-
milia; se sintió dolorido por la vergüenza de su hija, por la venganza
de los hermanos de ésta, por la muerte de Raquel, por el monstruoso
delito de Rubén, por el pecado de Judá, por el cruel engaño y la mali-
cia perpetrada en José. ¡Cuán negra y larga es la lista de iniquidades
expuestas a la vista! Vez tras vez había cosechado el fruto de aquella
primera mala acción. Vez tras vez vió repetidos entre sus hijos los
pecados de los cuales él mismo había sido culpable. Pero aunque
la disciplina había sido amarga, había cumplido su obra. El castigo,
aunque doloroso, había producido el “fruto apacible de justicia.”
Hebreos 12:11
.