Página 214 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
de testigos falsos. La paciencia y la mansedumbre de José bajo la
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injusticia y la opresión, el perdón que otorgó espontáneamente y su
noble benevolencia para con sus hermanos inhumanos, representan
la paciencia sin quejas del Salvador en medio de la malicia y el
abuso de los impíos, y su perdón que otorgó no sólo a sus asesinos,
sino también a todos los que se alleguen a él confesando sus pecados
y buscando perdón.
José vivió cincuenta y cuatro años después de la muerte de su
padre. Alcanzó a ver “los hijos de Ephraim, hasta la tercera genera-
ción: también los hijos de Machir, hijo de Manasés, fueron criados
sobre las rodillas de José.” Presenció el aumento y la prosperidad de
su pueblo, y durante todos estos años su fe en la divina restauración
de Israel a la tierra prometida fué inconmovible.
Cuando vió que se acercaba su fin, llamó a todos sus parientes.
Aunque había sido tan honrado en la tierra de los Faraones, Egipto
no era para él más que el lugar de su destierro; lo último que hizo fué
indicar que había echado su suerte con Israel. Sus últimas palabras
fueron: “Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de aquesta
tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac, y a Jacob.” E hizo jurar
solemnemente a los hijos de Israel que llevarían sus huesos consigo
a la tierra de Canaán.
“Y murió José de edad de ciento y diez años; y embalsamáronlo,
y fué puesto en un ataúd en Egipto.” A través de los siglos de trabajo
que siguieron, aquel ataúd, recuerdo de las postreras palabras de José,
daba testimonio a Israel de que ellos eran sólo peregrinos en Egipto,
y les ordenaba que cifraran sus esperanzas en la tierra prometida,
pues el tiempo de la liberación llegaría con toda seguridad.
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