Página 22 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
ángeles leales no podían discernir bien su carácter, ni ver adonde se
encaminaba su obra.
Al principio Lucifer había encauzado sus tentaciones de tal ma-
nera que él mismo no se comprometía. A los ángeles a quienes no
pudo atraer completamente a su lado los acusó de ser indiferentes a
los intereses de los seres celestiales. Acusó a los ángeles leales de
estar haciendo precisamente la misma labor que él hacía. Su política
era confundirlos con argumentos sutiles acerca de los designios de
Dios. Cubría de misterio todo lo sencillo, y por medio de astuta
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perversión ponía en duda las declaraciones más claras de Jehová. Y
su elevada posición, tan íntimamente relacionada con el gobierno
divino, daba mayor fuerza a sus pretensiones.
Dios podía emplear sólo aquellos medios que fuesen compatibles
con la verdad y la justicia. Satanás podía valerse de medios que Dios
no podía usar: la lisonja y el engaño. Había procurado falsear la
palabra de Dios, y había tergiversado el plan de gobierno divino,
alegando que el Creador no obraba con justicia al imponer leyes a
los ángeles; que al exigir sumisión y obediencia de sus criaturas,
buscaba solamente su propia exaltación. Por lo tanto, era necesario
demostrar ante los habitantes del cielo y de todos los mundos que el
gobierno de Dios es justo y su ley perfecta. Satanás había fingido
que procuraba fomentar el bien del universo. El verdadero carácter
del usurpador, y su verdadero objetivo, debían ser comprendidos
por todos. Debía dársele tiempo suficiente para que se revelase por
medio de sus propias obras inicuas.
La discordia que su propio proceder había causado en el cielo,
Satanás la atribuía al gobierno de Dios. Todo lo malo, decía, era
resultado de la administración divina. Alegaba que su propósito era
mejorar los estatutos de Jehová. Por consiguiente, Dios le permitió
demostrar la naturaleza de sus pretensiones para que se viese el
resultado de los cambios que él proponía hacer en la ley divina.
Su propia labor había de condenarle. Satanás había dicho desde el
principio que no estaba en rebeldía. El universo entero había de ver
al engañador desenmascarado.
Aun cuando Satanás fué arrojado del cielo, la Sabiduría infinita
no le aniquiló. Puesto que sólo el servicio inspirado por el amor pue-
de ser aceptable para Dios, la lealtad de sus criaturas debe basarse en
la convicción de que es justo y benévolo. Por no estar los habitantes