El origen del mal
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del cielo y de los mundos preparados para entender la naturaleza o
las consecuencias del pecado no podrían haber discernido la justicia
de Dios en la destrucción de Satanás. Si se le hubiese suprimido
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inmediatamente, algunos habrían servido a Dios por temor más bien
que por amor. La influencia del engañador no habría sido anulada
totalmente, ni se habría extirpado por completo el espíritu de rebe-
lión. Para el bien del universo entero a través de los siglos sin fin, era
necesario que Satanás desarrollase más ampliamente sus principios,
para que todos los seres creados pudiesen reconocer la naturaleza
de sus acusaciones contra el gobierno divino y para que la justicia
y la misericordia de Dios y la inmutabilidad de su ley quedasen
establecidas para siempre.
La rebelión de Satanás había de ser una lección para el universo
a través de todos los siglos venideros, un testimonio perpetuo acerca
de la naturaleza del pecado y sus terribles consecuencias. Los resul-
tados del gobierno de Satanás y sus efectos sobre los ángeles y los
hombres iban a demostrar qué resultado se obtiene inevitablemente
al desechar la autoridad divina. Iban a atestiguar que la existencia del
gobierno de Dios entraña el bienestar de todos los seres que él creó.
De esta manera la historia de este terrible experimento de la rebelión
iba a ser una perpetua salvaguardia para todos los seres santos, para
evitar que sean engañados acerca de la naturaleza de la transgresión,
para salvarlos de cometer pecado y sufrir sus consecuencias.
El que gobierna en los cielos ve el fin desde el principio. Aquel en
cuya presencia los misterios del pasado y del futuro son manifiestos,
más allá de la angustia, las tinieblas y la ruina provocadas por el
pecado, contempla la realización de sus propios designios de amor y
bendición. Aunque haya “nube y oscuridad alrededor de él: justicia y
juicio son el asiento de su trono.”
Salmos 97:2
. Y esto lo entenderán
algún día todos los habitantes del universo, tanto los leales como los
desleales. “El es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus
caminos son rectitud: Dios de verdad, y ninguna iniquidad en él: es
justo y recto.”
Deuteronomio 32:4
.
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